una ciudad EN cautela

Piura, una de las regiones más importantes del norte peruano registra números alarmantes de actos delictivos y asesinatos. En este reportaje de Jair R. Carrasco se narra el asesinato de una joven madre cuyas causas, a un mes de su muerte, aún permanecen en investigación y su familia todavía espera por justicia.

De Sandra Palomino sus familiares sólo conservan fotografías. Su padre, José Palomino, pide justicia para su única hija. 

El mes de mayo ha iniciado con la muerte de dos jóvenes sechuranos quienes fueron encontrados ahogados en el río que bordea la ciudad. Las primeras versiones indican que fueron asaltados o que fueron parte de una pelea. Además, hace unas semanas en la avenida Grau, una de las avenidas más importantes de la ciudad de Piura, fue encontrado un explosivo de guerra. Su origen aún no ha sido determinado. El ministro del Interior Alfonso Chavarry evalúa declarar a la región en emergencia por los altos índices delictivos, sin embargo, el Jefe de la I Macro Región mantiene su postura en contra de tal medida. En un contexto donde poco a poco se vuelve a la normalidad, al mismo tiempo la delincuencia avanza dejando víctimas. En la región Piura, una serie de crímenes viene atemorizando a la población y se ha sumado a la lista de problemas urgentes a resolver. Piura y Sullana, las provincias más pobladas del departamento son también las más afectadas por la delincuencia: se han registrado 33 homicidios en los cuatro primeros meses del año. En Sullana solo una de las once comisarías tiene una motocicleta y una camioneta para enfrentar a la criminalidad; en Paita, los ciudadanos han protestado frente al local municipal para exigir que se capture inmediatamente a un depredador sexual; y en Piura, una familia sigue esperando justicia a un mes de la muerte de su hija.

 

Según la División de Investigación Criminal (DIVINCRI) y distintos reportes periodísticos de la región, han ocurrido 15 asesinatos en la provincia de Piura entre enero y abril del 2022, las dos causas principales son ajuste de cuentas y asalto a mano armada. A esto, hay que agregarle que el número de denuncias ciudadanas por robo y hurto en la comisaría de la provincia de Piura se han duplicado este 2022 en contraste al año pasado. Diariamente, se interponen 8 denuncias por robo y hurto en la comisaría del distrito de Piura. Le siguen la comisaría de San Martín y la comisaría de Castilla con 4 y 3 denuncias al día. Es necesario resaltar que estas 3 comisarías velan por la seguridad de los 3 distritos de la ciudad. ¿Puede caminar una persona sola por las calles de Piura? Es la pregunta que más se formula en los tiempos que corren. 

Sandra Palomino junto con sus padres José Palomino, Liliana Espinoza, y su hermano menor Kevin en una reunión familiar/ Foto: Archivo familiar

I

A veces Sandra Palomino caminaba sola a casa, otros días la acompañaba su padre o su pareja. En su hogar la esperaban emocionadas sus hijas.

 

Sandra Palomino Espinoza trabajaba como asistente de cocina en un restaurante ubicado en la urbanización Los Sauces, en el distrito de Veintiséis de Octubre. El viernes 8 de abril, día de su muerte, había coordinado con su amiga y colega de trabajo, Priscila, para volver juntas a casa. El dueño del restaurante, para ahorrarles tiempo y preocupación, se había ofrecido a movilizarlas en su auto hasta una calle más céntrica.

-Bajamos en el Real Plaza y comenzamos a caminar-, cuenta Priscila- Sandra caminaba casi todos los días, lo hacía para ahorrarse el pasaje y de vez en cuando para comprar algo para sus hijas. Me ha antojado comer un pollo broaster y llevarle a mis hijas, me decía.

Caminaron hasta la Avenida Miguel Grau, donde siguieron con paso rápido hasta el paradero de buses ubicado en la esquina donde funciona una conocida farmacia.      Como ya avanzaba la noche Priscila decidió embarcarse en una combi hasta su casa.

Ya viene la Star, mañana temprano voy a tu casa, te levantas, fue lo que me dijo Sandra- narra Priscila.

Desde allí Sandra empezó a caminar sola hasta su casa en el A.H Ignacio Merino. José Palomino, su padre, quien minutos antes había estado en la casa de Sandra dejándoles la cena a ella y a sus nietas, entró en preocupación por la tardanza. José estaba siempre pendiente de su única hija mujer. La llamó para aliviar su angustia y preguntarle si podía ir a recogerla. Le respondió que no, que no era necesario. Durante más de 20 minutos caminó sola. Unas cuadras antes de llegar- en la calle Las flores- entró por un callejón estrecho y oscuro, donde sólo un foco de luz amarilla alumbraba tenuemente. De pronto en el camino aparecieron dos hombres en una moto lineal. El copiloto, sin bajarse de la moto, le mostró el arma y la encañonó en la cabeza.

– ¡Quémala, quémala! – escucharon los vecinos. Sandra solamente gritó, luego el sonido de un balazo rompió nuevamente el silencio de la noche. Un disparo en la cabeza hizo que Sandra cayera al suelo, luego los hombres fugaron del lugar.

El sonido de aquella única bala asustó a los vecinos. Algunos salieron a ver lo ocurrido, otros se quedaron en sus casas por temor a que los homicidas regresen. El miedo era justificado, pues en aquella zona el serenazgo y la policía pasan una vez o dos veces a la semana, y a veces simplemente no pasan; la escena que tenían al frente les advertía que la delincuencia ya había cruzado la línea.

Callejón donde Sandra Palomino recibió un disparo por parte de dos delincuentes que se trasladaban en moto lineal./ Foto: Jair R. Carrasco

Tendida en la arena, estaba Sandra Palomino aún con vida. Los vecinos comenzaron a alertar al Serenazgo y a la comisaría del distrito Veintiséis de Octubre. Nunca tuvieron respuesta. En esos momentos nadie tenía una movilidad, ni había alguien que la lleve rápidamente al hospital que se encontraba a 10 minutos del lugar. Quienes habían presenciado el hecho y reconocieron a Sandra buscaron a la dueña de la casa donde ella alquilaba un cuarto. Ella podía tener el número telefónico de sus padres. La señora llamó al padre de Sandra para avisarle lo que había sucedido. José con mucha desesperación corrió hacía su pequeño tico amarillo, con el que todos los días hacía taxi.  Minutos después llegó al callejón donde Sandra yacía boca abajo sobre la arena.

-No la mueva, no la mueva-, le decía la gente a su alrededor. José se dio cuenta de que su hija aún podía mover los dedos, así que rápidamente la cargó en brazos y la acostó en el asiento trasero para llevarla al hospital Santa Rosa. Dos médicos y cuatro enfermeras se encontraban en el turno de emergencia. Revisaron la herida, y concluyeron que era necesaria una operación para poder salvarla. Cuando comenzaban a alistar la sala de operaciones, Sandra Palomino dio su último respiro. Había luchado hasta el final, pero había perdido mucha sangre. José, recuerda cada momento con claridad.

Cuando fui al lugar de los hechos no había mucha gente en las calles. Solo algunas señoras se asomaban desde sus casas o se reunían en las esquinas. Mientras preguntaba por cada casa dónde había sido el hecho, muchos de los vecinos hablaban de los robos diarios. “A mi primo le robaron en la esquina cuando se iba a trabajar, en plena mañana”, “a otro le quitaron todo”, en sus rostros se nota el agobio y cansancio por tanta delincuencia. Luego me dirigí hasta el lugar exacto del asesinato de Sandra. Había un rastro de sangre seco en la arena. Ni en los lugares cercanos ni los próximos pude encontrar cámaras de seguridad, una de las posibles razones por la cual las investigaciones policiales -al igual que otros casos en zonas similares- se quedan sin respuesta y sin justicia para los familiares.

La presidenta de la Junta Vecinal Comunal, Jacinta Olaya Lachira, se encontraba en el lugar organizando a los vecinos para una vigilia que se iba a dar en las próximas horas.

-Usted es de la prensa, ¿verdad? – preguntó- por aquí no pasa serenazgo, por aquí no pasa la policía, ya hemos presentado documentos, pero hasta ahorita, nada.

Presidenta de la Junta Vecinal Comunal, Jacinta Olaya Lachira.

Video: Exitosa Noticias.

Cerca de 50 personas, entre amigos, vecinos y conocidos de Sandra Palomino realizaron la vigilia. Los manifestantes con mucha vehemencia se lograron hacer escuchar. “Piura llora, basta de sangre, dónde están las autoridades, justicia para mi amiga Sandra y para todas las víctimas de todos los delincuentes”, era uno de los mensajes escritos en los carteles. A esta manifestación se les invitó a dos regidores: Heidy Lozada Floriano quien llegó por parte de la Municipalidad de Piura, y a Jaime Benites Acha, regidor de la Municipalidad de Veintiséis de Octubre, quien ha vivido por muchos años en el A.H Ignacio Merino, pero no llegó.

Para los vecinos el olvido es uno de sus mayores azotes.       

 II   

La primera vez que fui a ver a casa de los Palomino Espinoza, estaba reunida toda su familia. Su padre José Palomino, su madre, sus hermanos, su pareja, y sus dos hijas estaban en aquella casa donde había vivido durante 20 años.

-Era valiente y trabajadora- es lo que dice José.

Sobre una mesa había una foto de Sandra rodeada de flores, una biblia, un crucifijo y una vela. Los recuerdos se convertían en lágrimas cuando la madre de Sandra, Liliana Espinoza quería hablar. Sin embargo, José, un hombre muy cortés y mesurado, le pedía fortaleza para no quebrarse ante la cámara. Desde el fondo de la casa, unidas y sobre el mismo sillón, observaban dos niñas de 13 y 5 años: eran las hijas de Sandra. Es difícil a veces entender el curso de la vida.

Sandra Palomino Espinoza, habría cumplido 37 años el pasado 22 de abril. Lo hubiera celebrado con sus hijas, con sus padres y con los amigos que más quería: todos reunidos, abrazados, y celebrando como le gustaba. Sin embargo, ni ella ni su familia recibe respuesta alguna de los culpables de su asesinato. La investigación aún no tiene una respuesta clara. Eso ha significado un enorme vacío para su familia, y ha desenmascarado el alarmante nivel de la inseguridad ciudadana en Piura. La respuesta tardía y el bajo control policial en zonas de alta delincuencia son parte de la causante de este problema. La ausencia de un liderazgo que pueda hacerle frente a la criminalidad y y que pueda responderle a la familia Palomino Espinoza y las demás que viven con una injusticia en el alma, genera indignación en la población y pone en cuestionamiento el cargo de las autoridades. La población ya no confía en ellos.

 En Piura ya no se respira tregua

¿Qué espera la Macro Región Policial, la Municipalidad de Piura, el Gobierno Regional y el Ministerio del Interior para declarar a Piura en emergencia es la pregunta más recurrente que se formulan los piuranos en las conversaciones, posteos en Facebook y periódicos locales? ¿Cómo se pueden unir fuerzas para crear una estrategia eficiente que frene a la delincuencia?. Según la opinión de los piuranos normalizar los robos, extorsiones, asesinatos y diversos crímenes es cederle terreno al caos y el desgobierno, poner en mayor incertidumbre a la población y atentar contra la salud mental de los ciudadanos.

A mitad del mes pasado, el jefe de la I Macro Región Policial de Piura y Tumbes, el General Edward Rando Espinoza anunciaba a los medios de comunicación que 1,500 policías se iban a sumar al estado de “alerta máxima” por Semana Santa. Para el distrito de Catacaos, capital norteña y emblema de esta tradición cristiana, se habían direccionado 250 efectivos policiales cuya función principal era garantizar el bienestar de la ciudadanía y de los cientos de turistas. Al día siguiente, a las 2:30 de la madrugada del Jueves Santo en el centro de Catacaos un grupo de delincuentes asaltó una conocida joyería. El monto del robo ascendió a más de  S/.10, 000, y luego fugaron sin persecución de ninguno de los 250 policías que resguardaban Catacaos.

Datos otorgados a Nube Roja demuestran que el número de denuncias se han duplicado este 2022 respecto al año anterior. 

En los primeros tres meses del año 2020, a medida que la pandemia llegaba al Perú,  cuando aún no había estado de emergencia ni confinamientos constantes, las comisarías de la provincia de Piura recibieron 2686 denuncias por robo y hurto. En el año 2021, cuando el Covid-19 ya golpeaba a Piura, el número de denuncias ciudadanas era de 1293 en los primeros tres meses. En el 2022 han ingresado 2403 denuncias ciudadanas en el mismo intervalo de tiempo.

Estas estadísticas corroboran que la inseguridad ciudadana es un hecho que ha sobrepasado las estrategias y la logística de las autoridades en Piura. Las familias no deben seguir contando el tiempo para hallar culpables. Los ciudadanos no deben vivir preocupados cuando salen a las calles. Se debe prevenir este tipo de hechos, y tomar acciones drásticas contra los delincuentes y homicidas. Para algunos si la autoridad responsable de la seguridad en la Región Piura no genera un plan adecuado para la lucha contra la criminalidad, la  solución reposaría en la declaratoria de emergencia por inseguridad ciudadana.

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