La Asamblea Constituyente, vía para la paz

Perú necesita librarse de una Constitución espuria.

La República de nosotros los indios ha ganado las elecciones. El Perú que era invisible, el otro país, aquél que aparecía como parte beligerante en los llamados conflictos sociales, ha logrado que uno de los suyos sea ungido como nuevo gobernante del Estado. La democracia creada por los Fujimori y remendada por sus herederos, aquella que era aceptada por los liberales connacionales, no estaba preparada para esto. El sistema político peruano no fue creado para que un hijo de la reforma agraria con castellano quechuizado sea su máximo dirigente. Jamás las fuerzas armadas, y mucho menos la Marina de Guerra de los Montoya y Giampietri, fueron organizadas para que su comandante en jefe sea un campesino que educa niños. Y en pleno siglo XXI, este aire de cambio, este susurro de igualación cultural es la peor pesadilla que hoy mismo está viviendo una casta decadente y rentista, temerosa de perder su acceso privilegiado al Estado pero más aún, su estatus de élite garantizada solo por sus rasgos fisonómicos, sus filiaciones endogámicas y su pretensión de “saber”. A pesar de eso, hoy la máxima autoridad del país es un indio que, en la mentalidad decimonónica de la derecha racista, debería estar limpiando sus baños. Esta es una realidad que no pueden soportar. No es su Perú. No es el país que ellos heredaron para seguirlo vendiendo a cambio de un puesto gerencial o ministerial por recomendación de papá.. Y por ello abrazan hoy el fascismo que no por ridículo deja de ser violento y peligroso. La élite limeña racista llama al golpe militar y la resistencia civil contra el gobierno electo. Los liberales quedan desubicados, llamando a la calma, y a resolver todo por el mecanismo de las leyes, asumiendo como prejuicio que nada debe tocarse, porque el pueblo en movimiento es una variable que sus teorías del Estado de Derecho no contemplan. Frente a la violencia golpista, física y simbólica, llaman al presidente electo a traicionar la palabra empeñada. Como si la claudicación fuera a detener al racismo politizado. Este ha tomado ya una decisión, ejecutar un golpe de Estado por la vía de la leguleyada o de la fuerza.

Ante un escenario de guerra declarada contra el pueblo y su victoria, la única vía para la resolución pacífica y democrática del conflicto es instaurar la Asamblea Constituyente Plurinacional. Ya no puede ser solo la consigna partidaria de un espectro político, debe ser reconocida como el camino razonable para la negociación y el diálogo entre todas las nacionalidades, pueblos, clases y sectores sociales que conformamos el Estado y que requerimos la construcción unificada del sentido de comunidad que 200 años de República no han logrado forjar.

Un comentario

  1. Acertada apreciación Dr. Diego Neyra. La derecha deja en evidencia su intolerancia, su actitud Democrática por conveniencia y su marcado racismo.

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