Salvador de ahogados

El Greco es un héroe popular de la ciudad de Piura, al norte de Perú, conocido por rescatar personas cuando arrecia el Fenómeno del Niño y el río crece, también cuentan las leyendas — y los hechos— que es capaz de encontrar los cuerpos de los ahogados que nadie puede encontrar.

Foto/ Alex Ramos Azañero

Desde la consistente altura del puente más grande de Piura, el Greco observa estoico el maravilloso dorso de las aguas, un dorso verduzco, el dorso de Lengash: el dios río. Muere la tarde y una niebla impenetrable rodea la ciudad, es 16 de marzo, han pasado 19 años desde el último Fenómeno del Niño, 19 años desde la caída del puente Bolognesi. El Greco lleva un ramo de rosas en las manos, se ha quitado el polo y deja al descubierto su pecho tostado lleno de cicatrices y tatuajes; en el vientre con tinta verde se ha dibujado al diablo. En el hombro carga su cámara de llanta. El sol antes de caer estalla en colores, logra romper el manto gris del cielo, el atardecer de pronto es un pájaro incendiándose. El hombre de pie, observando las aguas furiosas del río, retándolas, parece un antiguo héroe griego. Ausculta el horizonte, y cree ver a lo lejos,flotando, el cuerpo inflado de un ahogado.

Foto: Alex Ramos Azañero

***

Once días después, el 27 marzo, el río Piura por las lluvias del Niño Costero llegaría a un nivel monstruoso de 3.400 metros cúbicos, no tumbaría puentes, pero inundaría la Plaza de Armas de la ciudad y barrería con pueblos enteros en el valle del Bajo Piura, el núcleo de la agricultura en la región. Las familias damnificadas se contarían por miles y las pérdidas económicas por millones. El Gobierno Regional se vería sobrepasado en sus funciones, y cientos de niños de pie frente a la carretera rogarían por agua y alimentos.

En Piura todos los hombres viejos sabían que esto podía suceder, lo habían visto antes.  Durante dos meses llovió en toda la región. Las luces desaparecieron del cielo, solo hubo nubes y lluvia, de día, de tarde, de noche, por la madrugada, en el inicio del amanecer. Al principio los hombres y las mujeres, acostumbrados al lomo árido del desierto, celebraron el resurgir verde de la vida. Luego cuando el río creció como un gran fuego, temieron, no era ya un manso espejo, las aguas marrones traían vacas, árboles, casas, cuerpos. El río Piura tiene la voluntad de los dioses locos, a veces salva a sus hijos de la sed, otras los ahoga bajo sus aguas. Cuando está furioso es como la candela. Envuelve, ruge, muerde.

***

Un día antes de la inundación, los hombres aparecían asomados por encima de los muros que defendían a la ciudad del río, veían el tumultuoso avance de las aguas. Alumbraban con linternas los remolinos que se formaban bajo los pilares de los cuatro puentes, gigantes dormidos, y había miedo en sus ojos. Empapados por las lluvias, se habían acostumbrado a las noches sin luna, y al viento con olor a mar que venía desde el norte; solo esperaban la venida del río y terminarían, de algún modo, esta lenta batalla que nunca se habían resignado a perder. Cada día apilaron sacos en los barrios más bajos, y al caer la noche del último día se alejaron de los puentes y los vieron perderse entre tanta agua y tanta oscuridad; aguardaron y pretendieron dormir hasta que el rugido los despertó a todos, el río por fin venía.

Aquella noche solo un hombre durmió de pie, esperándolo, era aquel que podía oír y entender el mensaje de las aguas, uno de los últimos hijos de los elementos: César Augusto Casariego, El Greco.

El Greco descansa en la orilla del río Piura. El pueblo clama para que las autoridades lo reconozcan como un verdaero héroe popular, hasta el momento no ha recibido la ayuda que él se merece. Foto/ Alex Ramos Azañero

***

El Greco tiene 65 años, puede hablar con los muertos y el río.  Se hace llamar así en honor a dos grecos anteriores: uno pintor y el otro cantante. El primero dibujaba a los cielos y a los santos, el segundo era argentino.  El Greco tiene la voz aguardentosa, es un mulato alto y flaco, tiene ojos de lince. En algún tiempo fue un adicto a las drogas, ha pasado muchos años en Río Seco, el único penal de Piura, una ironía perversa. Ha asaltado, comercializado drogas, dormido en los nichos del cementerio de Castilla, ha tomado cañazo por horas y horas, y ha sido herido de bala dos veces por la policía. Tiene 6 hijos, pero no los ha visto desde hace muchos años. No le agrada cortarse las barbas, le gusta el arte clásico, los boleros, en especial Los Panchos, se ha hecho cinco tatuajes,uno de ellos es la figura del diablo y otro la silueta de la mujer a la que siempre amó. Se ha salvado de morir siete veces, puede que tenga las vidas de un gato, por eso ahora camina con la seguridad de un viejo faite en retiro. Soy un lince, me dice.  Pero sobretodo es conocido porque el 06 de marzo de 1998, cuando cayó el puente Bolognesi, fue el único hombre que se arrojó al río, sin importar la corriente, para rescatar personas.

***

– ¡El Greco, héroe de Piura! – le grita un hombre desde una camioneta. Y él sonríe, me señala y responde que lo están entrevistando. Caminamos por las destruidas calles de Castilla, el polvo se nos mete en la nariz, en los ojos, nos pone tieso el pelo. En esa tierra se ha secado el agua de los desagües que han colapsado durante semanas. Estamos a dos cuadras del cementerio, esa zona es considerada una de las más peligrosas de la ciudad: Venden droga, asaltan a diario y no es prudente caminar de noche por allí, quizá al mediodía tampoco. El restaurante al que vamos se llama “Donde se salió el mar”, y el Greco bromea, me muestra sus tres únicos dientes, y aclara que aquí se salió el río, no el mar.

Estira los brazos exageradamente al caminar, como si fuera nadando, esconde un poco la cabeza y sus hombros sobresalen en eterna guardia, esperando dar un zarpazo. Parece un boxeador en retiro, hubiera podido serlo, dicen que nunca perdió una pelea. El sol de Piura cae violentamente sobre su rostro, y lo enciende, miles de surcos se dibujan en sus mejillas, tiene gestos duros, la vida suele ser una tómbola para los tipos como él.

Cuando llegamos al lugar donde el mar se ha escapado, descubro que en efecto el mar dejó allí tan solo un caparazón de tortuga para irse no se sabe dónde. Me recuerda a las cantinas de mi pueblo, que huelen a humo de leña, a chicha fresca y clarito helado. Estoy seguro que el mar ha tenido que estar aquí alguna vez. Suena la cumbia en el arenal. La rocola toca la parranda número 03 de Armonía 10 y la música envuelve todo el local, ahí a uno le entra sed, esa sed de los hombres que llegan de las altas mareas y divisan tierra de pronto, esa sed esperanzadora de hacer que la tarde sea un triunfo alegre. Ay la cerveza se me ha pasado, también la chicha de Catacaos. Y claro, ipso facto, la mujer que atiende nos trae una inmensa jarra de chicha, una jarra anaranjada, flamante, encendida, como un sol que se derrama. Yo veía el tiempo pasar,más tú nunca viniste a mí. El greco toma la chicha del sol, y ruge. La sed se ha calmado, pero el calor persiste, el techo de petate se cierne sobre nosotros. La parranda termina y el Greco se frota las barbas, me mira, extiende el silencio y luego dice:

-Ahora vas a oír la historia del hombre que salva a los muertos

***

El hombre que salva a los muertos tiene la soledad de los pájaros viejos. Por un hueco mira al cielo, está gris, el sol se ha ido de esta ciudad y queda un color de paja quemada en las nubes. El hombre calla, el color del cielo tiene mucho que ver con los días tristes.

Antes de hablar de los ahogados se persigna, tira un poco de chicha a la tierra, reza un padrenuestro. 

-No recuerdo la primera vez que oí a un muerto, ni cuándo me habló el río- Está muy serio para ser un mentiroso, él no miente, los ex presos y los escritores valen por la palabra, es lo único que tienen, y le creo- Ocurrió cuando era un niño- solo eso sabe, y Piura era un pueblo incrustado en el desierto, en una época donde los hombres aún podían hablar de apariciones, de encantos que regalaban oro, y de brujos que curaban maldiciones, de la novia María Dominga y la chancha con cadenas que aparecía a medianoche, de los compactados y el diablo que visitaba hacendados.  Piura era un lugar donde el río se confundía con el cielo, y las huacas silbaban en las tardes, y era sobretodo el lugar donde un niño podía empezar a oír a los ahogados. Algunos dijeron que era un don, otros que era una maldición del diablo. Lo llevaron donde el cura, rezaron por él,después fue enviado a las lagunas donde los brujos hicieron mesadas, pero las voces no pararon, siguió oyéndolas hasta que dejó que entren en él porque entendió que tal vez pedían ayuda.

Con los años aprendió a oír mejor, a esperar la voluntad del ahogado. A veces pasan días, noches, semanas y meses, para que el perdido por fin quiera ir a tierra, o para que el encanto lo deje partir. Algunos no aparecen nunca. Los ahogados no tienen rostro, su voz es más un murmullo lejano que alcanza los oídos del Greco como la brisa fría del amanecer. Es un lamento, algunos están confundidos, creen estar vivos y algunos ruegan escaparse del encanto. El Greco los oye, son pescaditos para él. Cuando obtienen el permiso de las aguas empiezan a decirle donde están. Se da cuenta que ya va a encontrarlos cuando hay una parte del río más fría, es una frialdad triste, que da pena. Aparecen de pronto como una sombra, a contraluz, delante del cielo violáceo de la ciudad, flotando despacio entre las corrientes,aparecen cuando el sol muere y la noche cae lentamente sobre nosotros y extiende sus alas como un pájaro inmenso. El Greco de pie en la orilla del río siente el viento y oye la voz, allá lo ve, lejos, es de noche, el frío lo guiará.

El olor del muerto es parte de él por una semana, se mueve con él, duerme con él, en sueños lo envuelve y aprisiona, cuando se va es la señal de que ya está descansando en paz. Luego jamás vuelve a soñar con ellos, no recuerda nada, la deuda está saldada. Los salvados lo guiarán y salvarán de todo mal.

Sin embargo, hay ahogados que recuerda. El momento fortuito de la salvación y la condena. La tarde llameante, en una esquina de Castilla tomando cañazo. Viendo la gente correr hacia el río, con el miedo impregnado en los ojos. El sol quemando demasiado, debió ser un día más gris, la muerte nos rodea, se pasea descalza por la ribera. Los gallinazos vuelan hacía los peñascos del río. Es en la curva, dicen los chiquillos, en la curva del río se ha perdido un hombre. Un sonido leve debajo de las aguas, casi un lamento, un ruego a veces, una orden después, un llanto, un grito, cómo podrían hablar los muertos que se los lleva el encanto, cómo es la voz de los desolados, atrapados en piedras, entre las corrientes, con la mirada hacía la lenta luz que cae del cielo y traspasa las aguas; están rasgados, sin ojos, sin lengua, hinchados,con los cabellos largos y las uñas enormes, fríos, sabiendo que el infierno no siempre arde. Ellos esperan a su salvador, claman por tierra. La botella de cañazo se acaba, tienes que ser rápido, ya está llamándote, escúchalo, dice tu nombre, ha logrado escaparse. Coge dos cigarros de marihuana y ve al río. La noche sin luna ha llegado ya, la oscuridad está aquí, otoño de aguas heladas.

El río se lo está llevando. Nada, no temas, estás viejo y cansado, tiemblan tus brazos, eres un barco a la deriva, como la canción del Greco argentino, río impío, rio traicionero, quizá el alcohol está subiéndote. Dónde estás ahogado, y el agua se vuelve más fría, está cerca, la noche crece; su mano encuentra el helado cuerpo de un hombre. ¿Qué se siente Greco? Miedo, me responde.

-¿Por qué me cuentas esto con tantos detalles? ¿Quién era él?

– Al llevarlo a tierra me di cuenta que el ahogado era mi primo- Guarda silencio y se quita el gorro.

***

Cuando El Greco tenía 25 años solía fumar cerca del cementerio, robar al paso por las calles de Piura y planear asaltos a grandes bancos para poder salir de la pobreza. Nunca logró un gran golpe. Cada día, cada año, el vicio por la droga le fue ganando la partida. Dejó de ir a casa, de obedecer a sus padres, empezó a vivir en la calle, a dormir allí, pelear allí y aprender todo en esa terca rebelión del Caín exiliado. Los amigos y la familia empezaron a esfumarse, se convirtieron en niebla, en pasajes y recuerdos esquivos. La primera vez que entró a la cárcel fue por robo. Peor que el río es la cárcel padrino, susurra y clava la mirada en el fondo del vaso, pero eso sí, jamás me dejé faltar la hombría, peleé y gané, allí todos me respetaron. La rockola casualmente hace sonar Juanito Alimaña. El greco infla el pecho,hace unos pasos de salsa- ¡sabor!- En el penal Río Seco se volvió un faite, nadie en el pabellón se metía con él, la gente le teme porque es de cuidado, Juanito alimaña. Él era un bravo, rápido como un lince y duro como un roble. Cuando recuperó su libertad, los hombres que antes habían sido sus amigos se apartaron de él. Nadie quería juntarse con un ex presidiario. Volvió a la droga y las malas juntas. Siguió delinquiendo y fue encarcelado por segunda vez, así hasta llegar a ocho encierros. Nunca nadie supo cómo ese muchacho flaco y tranquilo terminó convirtiéndose en un delincuente incorregible y tozudo. Juanito alimaña, repite Héctor Lavoe.los hombres que antes habían sido sus amigos se apartaron de él. Nadie quería juntarse con un ex presidiario. Volvió a la droga y las malas juntas. Siguió delinquiendo y fue encarcelado por segunda vez, así hasta llegar a ocho encierros. Nunca nadie supo cómo ese muchacho flaco y tranquilo terminó convirtiéndose en un delincuente incorregible y tozudo. Juanito alimaña, repite Héctor Lavoe.los hombres que antes habían sido sus amigos se apartaron de él. Nadie quería juntarse con un ex presidiario. Volvió a la droga y las malas juntas. Siguió delinquiendo y fue encarcelado por segunda vez, así hasta llegar a ocho encierros. Nunca nadie supo cómo ese muchacho flaco y tranquilo terminó convirtiéndose en un delincuente incorregible y tozudo. Juanito alimaña, repite Héctor Lavoe.

-Yo pertenezco a la sociedad, no soy un mal hombre, necesito estar dentro de ella a pesar de mis errores- habla con solemnidad. Luego se sube el polo para enseñar sus tatuajes. En el vientre tiene al diablo y dos culebras. El diablo tiene los ojos chinos y una barba pequeña. Las culebras le dan sabiduría. Ambos tatuajes los vio en un sueño. Son como una cábala, y lo cuidan. Al diablo no le tiene miedo y le dice tío. También se ha dibujado a la mujer que amó, Flor de María. Cuando la recuerda una herida se abre en su mirada.

Es un hombre extraño. El hijo pródigo que regresa a casa para salvar a sus hermanos de las desgracias. Habla del río como si hablara de un ser viviente, un hombre o una mujer.

-Las aguas están encantadas y hay temporadas en que tienen hambre y se llevan a los hombres. Hay otros momentos en que el río es bondadoso y da oro. Las corrientes envuelven, así odia la naturaleza- El río seco es huraño, y mal intencionado. Le gusta llevarse niños o jóvenes -En la cárcel está todo lo malo, allí hay mucha degeneración, prefiero meterme al río que ir al penal- Ríe fuerte para celebrar sus frases. Ríe pensando en que jamás volverá a prisión, ahora en cambio lo entrevistan periodistas y lo sacan hasta en televisión. Soy famoso, padrino.

Es cierto, ahora los piuranos lo miran con respeto, y todos quieren darle la mano. Le llaman el hijo del río o el guardián del río. Al Greco le gustan esos apodos. Todos recuerdan aquella vez en que salvó a muchas personas de morir ahogadas cuando se cayó el puente Bolognesi. Ese 16 de marzo de 1998, Cesar Augusto estaba triste, su madre había fallecido. La droga le hizo olvidar un poco lo que había sucedido. Estuvo en su casa toda la mañana, sin ganas de dirigirse a ningún sitio. Luego salió y vio caer al puente más grande la ciudad. Estaba sentado en la orilla cuando el puente se desplomó, vio caer una combi, luego autos, y escuchó los gritos de las mujeres y los niños, y temió, su primera reacción fue quedarse paralizado, nunca había imaginado que el puente podría caerse. El río tronaba furioso y arrastraba a las personas.Los rescatistas llegaron después, él ya estaba dentro de las aguas sacando a todo el que encontrara. Llevaba solo una cámara de llanta para poder flotar, y mientras nadaba sentía como las ramas de los árboles, o las piedras, lastimaban sus piernas. Siguió durante horas dentro del río. Cuando la noche cayó, siguió oyendo el grito de los ahogados.

Una semana después cayó el Cuarto Puente, antesala de la destrucción, y los familiares de los ahogados fueron a pedirle que los buscara entre las aguas. Él recuerda con cariño a uno de los ahogados. Su viuda vino a buscar al Greco dos días después de que la policía de rescate no pudo recuperar su cuerpo. Cesar Augusto primero ignoró el llamado, le dijo a la viuda que esperara. Por la tarde de ese mismo día el ahogado lo llamó. Lo buscó por tres semanas, y la familia empezó a pagarle 150 dólares por día. Es por ello que lo apodó “El príncipe de los ahogados”. Cuando por fin pudo rescatarlo, la viuda se abrazó a él y le agradeció por todo lo que había hecho. Sintió que eso valía más que el dinero recibido, realmente había ayudado a las personas sin interés alguno. Era un hombre diferente. Se alegró.Días después fue condecorado por la municipalidad de Piura por haber arriesgado su vida para salvar la de otros. El greco, ex presidiario, se había convertido en un héroe. En el último hijo del río.

***

Piura volvió a recordarlo 19 años después. El 26 de marzo del 2017, en la ciudad  cayó lanoche lentamente. Él antes de dormir miró hacia el cielo y pensó en el 98, cuando había sido el único en tirarse al río embravecido para salvar a los vivos y ahogados que cayeron junto con los grandes puentes, recordó  cómo tiró su cámara; él… un drogadicto, un ex preso, se lanzó para sacar a muchos y las aguas no lo tocaron, porque tal vez había nacido con esa infinitud que solo poseen los hijos de los elementos; pensó también en la condecoración que le dieron, y en esas estuvo hasta sentir como el agua, a las cinco de la mañana, le tocó el vientre y le tapó el tatuaje del demonio que se hizo hace años, antes de que fuera “El Greco”, el hombre que salvaba ahogados.

Por puro instinto y aún aturdido miró por la ventana. Vio las calles inundadas, oyó los gritos de sus vecinos. Ha pasado mucho tiempo. Río bendito, río traicionero. Cogió su cámara de llanta y empezó a flotar, era un hombre en busca de redención. Ese verano había sacado dos ahogados, eso le hacía pensar que pronto sería su turno. La luz de los postes alumbraba el camino. También ese verano había sentido que el río venía distinto, como que tenía hambre de hombres.

A las cinco de la mañana, la gente lo vio emerger de las oscuras aguas del río.

– ¡Es el Greco! – gritaron los niños y ancianos desde los techos.

 

César Casariego nada en las aguas del río Piura, la cámara de una llanta es su salvavidas. Foto/Alex Ramos Azañero

***

El sol ha bajado la intensidad pero el calor sigue azotándonos, en Piura estamos acostumbrados a la exageración de los elementos. La respiración se hace lenta con el sopor, las moscas revolotean alrededor de la jarra de chicha. Todos los hombres de la cantina están borrachos. El Greco manotea y se emociona cuando suena El pasado no perdona, una salsa de Rubén Blades.

-El pasado si perdona, padrino, escribiré un libro llamado “Fuego al deseo”– El Greco quiere quemar su vicio y toda su vida remota.

 

       Un mes y medio después en los desfiles de fiestas patrias del Perú, los alumnos de un colegio lo invitarán a marchar junto a ellos, harán una especie de representación del desborde. El Greco sale en la televisión saludando emocionado, los niños simulan el agua con papel crepé  y alguien le alcanza su cámara de llanta. Desde el estrado, los alcaldes, regidores y otras autoridades le aplauden. El Greco ríe, tiene una sonrisa franca, inmensa, de hombre redimido. El cielo tiene un azul limpio, no hay nubes, solo un grupo de gallinazos lo cruza. El Greco mira la altura consistente del firmamento, se convierte poco a poco en contraluz, la banda de músicos toca el himno nacional de Perú. El Greco sigue mirando a la inmensidad, y piensa que le gustaría morirse en el río para nunca ser encontrado, para que no lo entierren. Si se ahoga ya no habrá quien lo busque, él era el guardián de las aguas.

El Greco al lado de la lápida levantada en honor a los fallecidos durante la caída del puente Bolognesi. Fue en ese día que él cambió su destino. Foto/Alex Ramos Azañero.

Cancas, 1993. Director de la revista Nube Roja. Premio FPA LONDRES 2020 en la categoría Young Journalist Award Thomson Foundation organizado por Thomson Foundation y FPA (Foreign Press Association London), fue elegido como el Periodista Joven 2020. También ganó el premio periodístico nacional Perú Se Reactiva, organizado por la Sociedad de Comercio Exterior del Perú. Ganador del premio de periodismo ambiental “Cuidemos el Agua, Cuidemos la Vida” organizado por la Autoridad Nacional del Agua (ANA) y el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego del Perú. Finalista del premio de fotografía de conservación «Nature that Cares» organizado por Forest Trends y USAID. Mentor en el taller de periodismo ambiental “Periodismo mar adentro”, organizado por SOA PERÚ y la Embajada de los Estados Unidos. Mentor y co-autor del taller de periodismo ambiental «Periodismo Verde», promovido por la Embajada de los Estados Unidos.
Becario del centro Earth Journalism Network. En 2022 fue uno de los 3 periodistas becados por Climate Tracker en Latinoamérica para el programa Mentorías de Periodismo Climático. Ganador del fondo Independent Media Response Fund otorgado por Meedan para combatir la desinformación climática.

También dirigió y fundó la revista cultural Malos Hábitos (publicación que fue seleccionada por el Ministerio de Cultura del Perú para participar en la 1ra edición de la feria La Independiente). Autor de «Cuentos que inspiran» edición 1 y 2, por encargo de Plan Internacional.

Sus textos han sido publicados en el Perú y en el extranjero. En el 2020 recibió la Medalla Institucional de la Universidad Nacional de Piura, alta distinción otorgada por sus méritos periodísticos a nivel internacional.

 

Leandro Amaya Camacho

director y cronista de REVISTA NUBE ROJA

2 comentarios

  1. Leandro tu narrativa me ha sobrecogido, describes con tanta delicadeza la amargura de la desgracia.
    Nunca había escuchado ni leído sobre éste héroe viviente del río embravecido que si me tocará vivir ese momento pensaría en él como último recurso de sobrevivencia.

  2. Ame demasiado la manera en como se ha narrado todo, es precioso, lo es todo. Qué bonitas las ganas de querer leer más y más, ademas de como la lectura nos va envolviendo. Gracias por darnos a conocer un poco más de la historia de este héroe sin capa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *