La envidia entre los escritores ( Anecdotario de Julio Carmona)

Hace unos días, escribí esta copla: Deshojando amarga vida la podría resumir en esta hoja debida: nací para no morir. Y me percaté de que —sin proponérmelo— con el cuarto verso había hecho una paráfrasis del título de Neruda, Para nacer he nacido. Y, bueno, me dije: «Que sea motivo para que empieces a pensar en hacer tu autobiografía, pues ya tiene título». Y en tanto la vida, en retrospectiva, se presenta como una especie de anecdotario (anécdotas que se van acumulando), he visto la oportunidad de empezar con algunas que puedo ir publicando en las revistas que dan cobijo a mis escritos. Y empiezo con la ocurrida, también, no hace muchos días. Mi amiga y excelente intérprete de nuestra música popular (en el mejor sentido del término), Margot Palomino, publicó en su Facebook, un texto que aquí reproduzco, porque motivó un comentario crítico mío a razón de que el escritor Dante Castro había adelantado otro, suyo, a propósito de una infeliz opinión de Antonio Cisneros (insertada en el texto aludido). Dante escribió que Cisneros «Envidió a Vallejo y nunca le llegó ni al talón». Aquí, por el momento, no quiero agregar más, porque los textos se explican solos. «LA ENVIDIA ENTRE LOS ESCRITORES. Por Alberto Alarcón El poeta chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de literatura en 1971, decía que, así como en América Latina existe una cordillera de los Andes que la atraviesa de largo a largo, también existe entre los escritores una larga cordillera de envidia. «La envidia ─escribió─ llega a veces a ser una profesión. En cuanto a mí, me han tocado en suerte persistentes y pintorescos envidiosos». Uno de ellos, el más conocido, fue un compatriota suyo y gran poeta, Pablo de Rokha, a quien Neruda terminó llamándolo en sus memorias “Perico de los Palotes”. En la larga lista de sentimientos subalternos, la envidia ocupa un lugar de privilegio. Es un sentimiento muy humano y puede decirse que se produce en los diferentes campos de la vida individual y social. La rae (sic) la define, pobremente, como “Tristeza o pesar del bien ajeno”. Sin duda, es algo más complejo que esto. Entre los escritores, la envidia ha acuñado innumerables anécdotas desde tiempos añejos. Bastaría mencionar la que se profesaron Cervantes y Lope de Vega, cuando este estaba en la cúspide de su gloria y aquel no había escrito todavía su inmortal El Quijote. Fue una envidia con sus bemoles, pues tuvo momentos también de mutuo reconocimiento y halagos.  «Envidió a Vallejo y nunca le llegó ni al talón» Envidia ─y de gran jolgorio─ fue la ocurrida entre el poeta español Francisco de Quevedo y el dramaturgo barroco Juan Ruiz de Alarcón, a quien en algún momento lo llamaron “Príncipe del Siglo de Oro de la literatura española”. Para liberar sus puyas, Alarcón se burlaba en versos de la cojera de Quevedo y este de las dos jorobas (en pecho y espalda) conque[i] la naturaleza maltrataba el aspecto del dramaturgo. Es muy conocida esta copla quevediana dedicada a su rival: Tanto de corcova atrás Como adelante Alarcón tienes[ii], Que saber es por demás De dónde te corcovienes O a dónde te corcovás. Me parece que fue el mismo Quevedo quien, refiriéndose a la envidia entre los escritores dijo que en el infierno el diablo castigaba a los poetas hablándoles bien de otros. Un envidioso célebre fue también el poeta español Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de literatura en 1956 y autor del Platero y yo. Ejerció su envidia contra varios de sus congéneres, pero de modo especial contra Jorge Guillén, un poeta ahora de culto. Leer la biografía de Juan Ramón es leer una retahíla de bajos sentimientos que embargaron siempre al poeta de Moguer. Algo parecido ocurrió —y ocurre todavía— con nuestro poeta universal César Vallejo, quien en los años 20 tuvo duros juicios contra Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. El primero fue tolerante con él, y en sus memorias (Confieso que he vivido) le dedicó unas pocas líneas. Borges, sin embargo, lo borró para siempre de sus textos y comentarios. No sólo a él sino a una gran cantidad de escritores con los que no congeniaba. En lo personal, he sido testigo de excepción de cómo importantes poetas peruanos han proclamado sibilinamente su envidia al shulca Vallejo. Uno de ellos, el más desvergonzado, era Antonio Cisneros, quien lo acusaba de acudir a pobres remates en sus poemas. En defensa del poeta santiaguino, escribí esta copla que publico ahora por primera vez: Al poeta Antonio Cisneros No le gusta César Vallejo, Ay, qué gusto más pendejo Tienen estos caballeros.» Comentarios al texto De inmediato, en el Facebook de Margot Palomino, intervino Dante Castro con el comentario que ya incluí en la presentación de esta anécdota, y cuya cita reitero: «Envidió a Vallejo y nunca le llegó ni al talón». Luego de lo cual yo hice lo mismo con el comentario siguiente: Estimado Dante Andante[iii], observa que el párrafo en que se habla de Vallejo —a propósito de la envidia— respecto de Neruda y Borges, no solo tiene defectos de redacción sino que, además, quien queda malparado es César Vallejo. Transcribo el párrafo: «Algo parecido ocurrió —y ocurre todavía— con nuestro poeta universal César Vallejo, quien en los años 20 tuvo duros juicios contra Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. El primero fue tolerante con él, y en sus memorias (Confieso que he vivido) le dedicó unas pocas líneas. Borges, sin embargo, lo borró para siempre de sus textos y comentarios.» Comento la primera frase: «Algo parecido ocurrió —y ocurre todavía— con nuestro poeta universal César Vallejo», en esta se debería entender que, en relación con la envidia, fue Vallejo el que padeció dicha envidia; porque así se desprende de la frase citada: que ‘la envidia ocurrió [contra] Vallejo y sigue ocurriendo todavía’, y porque de entender lo contrario —que él era el que envidiaba— la parte explicativa (entre guiones: «—y ocurre todavía—») sería un gazapo imperdonable, pues ya Vallejo no podría ‘seguir envidiando a

César Vallejo y el barroco y el nuevo realismo

César Vallejo

Así como otros analistas de la obra de César Vallejo— el gran poeta y asimismo excelente estudioso de la literatura, Pablo Guevara, también lo vincula con Quevedo, y dice que los de su poesía son tonos «que no se encuentran por lo común en el siglo XX».

OPINIÓN SOBRE OPINIONES de Mario Vargas Llosa

El escritor y profesor universitario Julio Carmona (Perú) critica duramente la columna “Del desorden a la libertad” escrita por Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura, publicada posteriormente al cierre del Congreso de la República del Perú. “Mario Vargas es un teórico fantasioso del neoliberalismo”, puntualiza.