Fotografía: Gian Masko Ángulo

«Dicen que han cumplido, que han compensado a todos. Ya nos han avisado que si queremos algo más, tendremos que llevarlos a juicio»

Luis Chiroque, pescador y presidente del Frente de Defensa de Pescadores Artesanales de Ancon (Pinteros).

Mil días se han cumplido desde que el crudo se extendió por el mar de Ventanilla, y nada volvió a ser igual para el ecosistema y los pescadores. 

Una operación fallida de la empresa Repsol provocó un derrame de aproximadamente 12 mil barriles de petróleo, y hasta el momento poco o nada se ha hecho para reparar los daños. 

Nube Roja accedió a documentos donde se comprueba que todavía no se ha aprobado ninguno de los 18 planes de rehabilitación presentados por Repsol para la recuperación de las zonas afectadas.

 

 

Por: Jairo Rodríguez Delgado
Editor: Paul Tuesta

Entraba ya la tarde en el horizonte, el cielo limeño lucía gris, como siempre, y Luis Chiroque Mayo echaba sus redes al mar, que a esas horas estaba calmado como un gran estanque. Su radio sonaba a ratos. Chiroque no tenía tierra a la vista, por lo que se entretenía con los breves movimientos de la marea, sin imaginar que allí se licuaba una enorme y viscosa mancha de petróleo.

Mientras las redes caían al mar, el pescador escuchó que de la radio salían voces familiares. Por un momento abandonó su tarea, afinó el oído e identificó que las voces pertenecían a sus compañeros de gremio. Chiroque es presidente del Frente de Defensa de Pescadores Artesanales de Ancón. Aquella tarde era 15 de enero de 2022, y esas voces, a tramos cortadas por la interferencia, denunciaban que el mar de Ventanilla se teñía de negro paulatinamente, sin explicación, desde la madrugada.

Con el pasar de las horas, las mareas de petróleo se extendieron a lugares tan distantes como Ancón, Santa Rosa, Chancay y Huaral; se afectó reservas naturales como la Zona Reservada Ancón y los Islotes de Pescadores. Los peces, las aves y los cangrejos iban a agonizar a la orilla de los balnearios y los altos acantilados, donde aún ahora permanece la infame huella de la contaminación humana.

Dos años después se sabría que fueron aproximadamente 12 mil barriles los que se derramaron al mar. La causa fue una operación fallida de RELAPASAA, empresa perteneciente al Grupo Repsol del Perú. Actualmente considerado como el peor desastre ambiental en las zonas costeras del país.

En diciembre de 2023, el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), entidad responsable de analizar y diagnosticar los daños del derrame, emitió un comunicado en el que informaron que 25 playas recreativas seguían afectadas. Sin embargo, Repsol en sus comunicados ha mencionado que el mar está apto para pescar.

En la última Evaluación Ambiental de Seguimiento, emitida en agosto de 2024 y evaluada también por el OEFA, se detectaron concentraciones de hidrocarburos que superaban los valores de nivel de fondo en la playa Las Conchitas, ubicada en Ancón, uno de los balnearios más antiguos del país conocido como “el pueblo de los pescadores”.

Nube Roja pudo confirmar, a través de la Ley de Transparencia, que hasta el momento el Ministerio de Energía y Minas (MINEM) no ha aprobado ninguno de los Planes de Rehabilitación presentados por Repsol. De las 18 propuestas enviadas por la empresa, solo dos están en evaluación, mientras que las demás siguen en espera. Esto es grave porque dichos documentos establecen los parámetros para mitigar los daños actuales y prevenir futuros derrames.

Si se rechazan estos planes, no se tomarían medidas de reparación, limitándose a visitas de especialistas para analizar la condición del mar, sin acciones concretas de recuperación. Su ejecución —en teoría, en el papel— ayudaría a la recuperación del ecosistema. Sin embargo, la prolongada espera solo agrava la contaminación ambiental y el impacto en las comunidades locales: los recursos se siguen reduciendo, la pesca artesanal se detiene y, en consecuencia, otras actividades económicas también se ven afectadas.

En los primeros días del derrame del petróleo, aves y peces aparecieron con manchas de los hidrocarburos esparcidos por todo el cuerpo. La mayoría habían muerto. Foto // Gian Masko Ángulo

Los primeros días de limpieza estuvieron a cargo de empresas contratadas por la transnacional Repsol. Durante la primera semana, muchos trabajadores laboraron sin contar con protección adecuada. Foto/Gian Masko Ángulo

Indiferencia y oscuridad

Luis Chiroque recuerda que en algún momento de esa tarde pudo ver, antes de la total caída de la noche, a la mancha de petróleo. Una semana después, él y sus compañeros protestaban contra Repsol.

—Protestamos para asegurar que la empresa diera la cara, fue así que se manifestó su representante, José Alemán, coordinador de apoyo. Se puso en el muelle —lo menciona Chiroque con una voz apagada— y comentó a todos que ‘se apunten los que se consideraban afectados, directa o indirectamente’. 

Esa fue la primera iniciativa para registrar a todos los afectados; sin embargo, una vez finalizado el proceso, la Defensoría del Pueblo denunció irregularidades en la identificación. Se incluyó a personas que habían sido procesadas o sentenciadas por delitos, mientras que se excluyó a quienes realmente habían sido perjudicados.

Con el paso de los días los pescadores se quedaron sin trabajo. Con el mar contaminado no se podía pescar.  Es bien sabido que la pesca es un oficio duro, donde la ganancia diaria marca la diferencia entre comer y pasar hambre. Las familias, los turistas y los deportistas desaparecieron, y los comerciantes de la zona sucumbieron al miedo. Las marchas, a pesar de ser invisibles para los grandes poderes, se sucedieron día tras día.

—Después de eso, nos entregaron un vale de 500 soles para comprar en PlazaVea (un reconocido centro comercial peruano). Poco después nos entregaron otro vale, pero no satisfacía nuestras necesidades. Ahí no puedes comprar todo lo que necesitas —relata Chiroque.

Durante los primeros días del derrame los pescadores intentaron limpiar las playas, especialmente en las orillas. Era un esfuerzo manco. En ese contexto, Repsol se vio obligada a contratar los servicios de otras empresas para realizar la limpieza, entre ellas Lamor Perú, que ya enfrentaba investigaciones por temas de salud y seguridad. Para ejecutar el trabajo, Lamor contrató y empleó a los pescadores de la zona.

—Lamor fue quien nos contrató para hacer el trabajo, y después de los primeros 10 días de haber empezado, nos entregaron equipos de protección. Antes de eso, no teníamos ningún equipo y estábamos en contacto directo con los residuos— comenta Chiroque, quien en ese momento no sabía que la exposición al petróleo podría afectar su salud.

Por este motivo los pobladores exigieron la instalación de una caseta de salud donde se debían realizar revisiones médicas a todas las personas que inhalaron los gases tóxicos del petróleo. Ese pedido, sin embargo, nunca se materializó.

Recientemente, las asociaciones de pescadores volvieron a marchar el 9 de septiembre, pidiendo considerar a las personas afectadas que no se encontraban dentro del padrón único de afectados, así como que la empresa cumpla con pagar con la compensación económica del medio año faltante del 2023. Sin embargo, solo hubo silencio. Chiroque cuenta que las compensaciones económicas se agotaron, y ahora enfrentan problemas aún más graves para pescar. Del mar muchos peces han desaparecido. Las mareas, antes eran generosas y llenas de vida.

—Dicen que han cumplido, que han compensado a todos los afectados —el pescador hace una pausa sombría— Ya nos han avisado que si queremos algo más, tendremos que llevarlos a juicio —concluye—.

Especialistas aseguran que nunca se podrá recuperar todo el petróleo derramado. Foto/Gian Masko Ángulo

El daño ecológico causado por el derrame afectó de manera terrible a la costa de la región Lima, siendo el peor desastre ambiental de toda su historia. Foto/ Gian Masko Angulo 

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