Pobreza energética en la ciudad del sol: cómo superar una vida sin gas ni electricidad

La Ciudad de México, rodeada de montañas, se asienta en una sopa de su propia contaminación, con el sol oculto por partículas finas que causan la muerte prematura de miles de personas cada año. Pero el sol podría ser la respuesta no solo al problema de la contaminación del aire, sino también a uno de los grandes desafíos que enfrenta la capital: la pobreza energética que afecta la calidad de vida de varias comunidades, y la necesidad de impulsar cambios en esta materia ante una crisis climática que no da tregua.

Contaminación en Ciudad de México. Foto: Fidel González, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons

Por: Rebeca Connan

En las últimas dos décadas, México ha logrado grandes avances en la cobertura del sistema eléctrico, como lo refleja el 99% de la población que tendría acceso a la electricidad en sus hogares. Sin embargo, el consumo de energía va más allá de poder presionar un interruptor en casa. De hecho, millones de personas aún viven sin acceso a agua caliente para bañarse o a un refrigerador para mantener fríos sus alimentos y medicamentos, mientras que cocinar en estufas de leña llena los hogares de humo tóxico. 

 

Pero la pobreza energética – es decir, la falta de servicios que impide la satisfacción de necesidades básicas de las personas – no solo afecta a comunidades de áreas remotas o rurales, sino que es una realidad cotidiana para millones de habitantes que viven en una de las capitales más ricas y con mejores recursos de América Latina: la Ciudad de México.

 

Alrededor del 19.2% de los hogares de la Ciudad de México no tienen acceso a agua caliente, el 6% no cuentan un refrigerador y el 3% no poseen una estufa eléctrica o de gas para cocinar, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2020.

 

“El problema de la pobreza energética se da en la ciudad que tiene el mejor nivel de vida en el país y, además, se da en una estructura como de parche porque está en zonas intercaladas con regiones que tienen mejores condiciones”, comenta Karla Cedano, investigadora del Instituto de Energías Renovables en la Universidad Nacional Autónoma de México, a Climate Tracker. 

 

No existe una definición única de la pobreza energética, pero el think tank México Evalúa la definió en un informe reciente como “un término multidimensional en el que los hogares presentan diferentes circunstancias de carencia de los servicios energéticos mínimos para el desarrollo”. 

 

Estos servicios mínimos podrían incluir el calentamiento de agua; la cocción de alimentos; el refrigerador; la iluminación; el confort térmico (aire acondicionado o calefacción) y el entretenimiento.

“Quizá lo más importante, es que se trata de una condición vinculada profundamente con el goce de derechos de las personas. Es decir, que hay un puente entre los insumos energéticos y la posibilidad para las personas de desarrollarse libremente, con dignidad”, según México Evalúa.

Cocinando y calentando agua con leña. Foto: Ana Jiménez

La falta de servicios básicos es más frecuente en sectores marginados de la ciudad – como Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac – que también tienen altos niveles de asentamientos ilegales o desarrollos de viviendas informales, donde la expansión urbana se ha deslizado en áreas no zonificadas para uso residencial.

 

Vivir sin electricidad, agua caliente o refrigeración afecta a todos los miembros del hogar, pero las mujeres, los niños y los ancianos serían los más vulnerables, dado que tienden a pasar más tiempo en casa. En efecto, se estima que alrededor de 1,3 millones de personas en todo el mundo, principalmente mujeres y niños, mueren prematuramente cada año por enfermedades asociadas a la contaminación del aire en el hogar, causada por las estufas de leña utilizadas para cocinar y calentar, según comenta México Evalúa.

 

“Nosotros trabajamos en el mercado y ocupamos las cajitas de fruta o verdura como leña para cocinar y calentar agua”, relata Ana Jiménez* recolectora de basura y madre de tres hijos.

Ana vive a solo 40 minutos del mercado en la zona de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, en un cerro cuyas casas sencillas están dispersas en tierras originalmente designadas para la agricultura. Solo la mitad del barrio tiene infraestructura eléctrica, por lo que Ana y sus vecinos se conectan ilegalmente a esas líneas aéreas con el llamado ‘diablito’, el método más común en México para extraer electricidad de manera ilícita.

La conexión improvisada proporciona la electricidad suficiente para alimentar débilmente tres focos, cargar su teléfono celular y alimentar el refrigerador durante unas horas en el día.  En las noches, cuando hay más personas por casa en el vecindario, la corriente eléctrica no da abasto para alimentar el refrigerador o usar una lavadora, por lo que el lavado de ropa debe hacerse en pocos días, fuera del horario laboral.

“En la mañana tengo que pararme a las 5.30am para prender la leña antes de cocinar y calentar agua para bañar a los niños”, comenta Ana. “A veces tardo hasta 40 minutos para calentar el agua porque la madera se moja y es muy difícil prenderla”.

Ana tuvo que pagar 6.000 pesos mexicanos al “jefe del barrio” para conectarse ilegalmente a la red eléctrica cuando se mudó a la zona hace tres años. Pero conectarse a la luz con el diablito puede ser peligroso. Las fluctuaciones en las corrientes de energía pueden dañar los dispositivos y cableado, y las familias en la calle de Ana tienen que pagar por cables nuevos cada tres o cuatro meses.

Pero eso no es todo, ya que la CFE eliminó todos los diablitos el mes pasado y la familia pasó 10 días sin electricidad.

“Andamos con pura vela y nos daba miedo porque no hay ninguna luz alrededor”, narra Ana. “De plano no salgas de la casa en la noche sin luz por el tema de la inseguridad”.

A falta de electricidad, energía solar

El gobierno de la Ciudad de México, encabezado por la aspirante presidencial y alcaldesa Claudia Sheinbaum, espera que su nuevo programa Ciudad Solar aborde la pobreza energética, al tiempo que impulsa las energías renovables y combata la desenfrenada contaminación del aire para avanzar hacia una transición energética justa, un proceso que – por cierto – es clave para la mitigación y adaptación al cambio climático.

En lo que va el año, se han declarado seis contingencias ambientales, un estado de emergencia activada cuando los niveles de concentración de ozono superan las 150 partes por billón (ppb), un nivel tres veces más alto que el máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El gobierno de la ciudad ha establecido un objetivo ambicioso de suministrar el 80% de la energía de la capital a partir de fuentes renovables para 2030, una tarea enorme ya que el 97,7% del consumo de energía de la ciudad se basa actualmente en combustibles fósiles. 

La Ciudad de México tiene algunos de los mejores recursos solares del mundo, con niveles de radiación muy por encima de urbes como Barcelona y Múnich que son bien conocidas por su despliegue de generación eléctrica con esta energía renovable , según el Diagnóstico de Transición Energética de la Ciudad de México publicado en junio.

El programa, administrado por la Secretaría de Desarrollo Económico (SEDECO), incluye la instalación de uno de los proyectos solares urbanos más grandes del mundo (18 megavatios (MW)) en el techo del extenso mercado Central de Abastos, la colocación de paneles solares en 300 edificios gubernamentales y asistencia financiera y técnica para que las micro, pequeñas y medianas empresas instalen paneles solares en sus negocios. 

La instalación de plantas solares de pequeña y mediana escala en oficinas, edificios y hogares se ha disparado, con 126.8MW de capacidad solar en funcionamiento en la ciudad a fines del año pasado, en comparación con sólo 11.3MW en 2019, según el Diagnóstico.

“En cuanto al tema de la pobreza energética, nosotros pensábamos que lo teníamos resuelto con más del 98% de la población con acceso a la red”, indica Alberto Valdés Palacios, director general de Desarrollo y Sustentabilidad Energética de la SEDECO. “Pero cuando empezamos a ver los indicadores, como la falta del agua caliente, empezamos a buscar en dónde podíamos incidir”.

Instalación solar Central de Abastos. Foto: Gobierno de la Ciudad de México

Para abordar la falta de agua caliente, el gobierno aprobó regulaciones que requieren que se instalen calentadores de agua solares en todos los edificios residenciales nuevos, así como en los edificios que se están reconstruyendo después del terremoto de 2017.

 

Desde 2018, el gobierno ha donado 25.305 calentadores solares para su instalación en hogares de toda la ciudad, apunta Valdés.

 

“El calentador solar compite con el gas licuado de petróleo (gas LP), lo cual se usa el 82% de la población”, comenta Valdés. “El gas LP es muy caro y por eso hemos tratado de incentivar al calentador solar porque es más económico y más limpio que el gas”.

Instalación solar Central de Abastos. Foto: Gobierno de la Ciudad de México

¿Soluciones integrales o subsidios?

Pero tener la infraestructura no es suficiente para prevenir la pobreza energética. 

 

Unos 2,19 millones de hogares en toda la capital tienen acceso a calentadores de gas o solares, pero, a medida que los precios mundiales del petróleo y el gas continúan aumentando después de la pandemia de Covid-19 y el conflicto en curso entre Rusia y Ucrania, mucha gente se enfrenta a una elección entre agua caliente o altas facturas de gas.

 

“Es más rentable y una mejor solución ir con renovables que dar apoyos como subsidios a la electricidad o al uso del gas, porque a final de cuentas podrán tener la tecnología, pero hay que considerar que hay un combustible que tiene que estar pagando”, explica Ricardo Cruz del think tank Iniciativa Climática de México (ICM).

 

En agosto del año pasado el gobierno federal lanzó un máximo de precios de gas LP y una compañía estatal de distribución, Gas Bienestar, de acuerdo con una promesa presidencial de mantener los aumentos de tarifas por debajo de la inflación. No obstante, la empresa ha sido puesta en pausa solo un año después de un tibio despliegue en unos pocos vecindarios de la capital.  

 

La CFE también subsidia fuertemente las tarifas de electricidad residencial de bajo consumo, con 73 mil millones de pesos asignados para subsidios en el presupuesto federal de este año.

 

“Vamos a tener un problema mayúsculo, cuando los subsidios masivos a los combustibles ya no sean sostenibles y la quiebra va a ser muy dura”, comenta Cedano.

 

Cedano es parte de un equipo de académicos que trabajan en proyectos piloto de energía solar en varios estados del país, que están diseñados para satisfacer necesidades energéticas específicas, como alumbrado público, refrigeración, bombeo y purificación de agua. La esperanza es que estas iniciativas, desarrolladas con grupos vecinales, puedan formar la base de una política escalable que aborde la pobreza energética directamente en los hogares que más lo necesitan.

 

“El gobierno sí está sensible al tema y hay una gran oportunidad para buscar programas efectivos que combatan el problema a nivel de hogar”, expresa Cedano.

 

Las posibles soluciones incluyen el desarrollo de cooperativas de energía entre grupos vecinales, un concepto llamado distritos positivos de energía o ecobarrios que se han implementado con éxito en ciudades latinoamericanas como Bogotá y Buenos Aires.

 

En la Ciudad de México, el proyecto de vivienda Cooperativa Acapatzingo en la colonia de bajos ingresos de Iztapalapa ha instalado alumbrado público e instalaciones solares de tratamiento de agua que benefician a las 596 familias que viven allí, con todo el proyecto autofinanciado y mantenido por la comunidad.

 

Si bien la escala de este esfuerzo cooperativo es única en la Ciudad de México, Cedano cree que los subsidios a la electricidad podrían dirigirse para pagar proyectos de energía solar diseñados para aliviar la pobreza energética.

 

Cedano argumenta que los costos ambientales y sociales de vivir sin servicios básicos deben incluirse en las estimaciones del proyecto, así como las pérdidas anuales en robo de electricidad estimadas en 35 mil 9 millones de pesos el año pasado.

“Los números sí se dan, pero solo si se hacen bien”, apunta Cedano. “Estamos acostumbrados a contabilizar los proyectos por el retorno de inversión directo y la pobreza tiene el efecto que hay que contar de manera indirecta”.



*El nombre de la entrevistada fue cambiado para mantener en reserva su identidad

© 2022 Este texto fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *