La oscura huella del fuego

Más de 80 incendios han sucedido en la ciudad de Piura

Texto: Jair Rosillo Carrasco

Fotografías: Malú Ramahí y Jair Rosillo Carrasco

La mayoría de los incendios urbanos ocurren en los asentamientos humanos ubicados en la periferia de la ciudad. Donde las condiciones de vivienda son precarias, la pobreza arrecia y el acceso a la energía eléctrica es limitado. En lo que va del 2022 han ocurrido 84 incendios en la ciudad de Piura y sus distritos. 

Es mediodía en Los Manglares, un asentamiento humano del distrito de Veintiséis de Octubre construido entre la arena y los algarrobos.  Hace cuatro horas ha ocurrido un incendio que arrasó con 12 viviendas; ahora solo queda humo, cenizas y calaminas sobre los suelos. Encima de los escombros se pueden ver aún los muebles calcinados, las puertas quemadas, los armarios carbonizados, y el esqueleto oscuro y metálico de un mototaxi. 

El fuego ha desabrigado a estas familias, las ha dejado sin bienes ni hogar. Sus enseres se han desvanecido sobre la tierra y forman una especie de hollín que mancha los zapatos. Nadie puede explicar la causa del incendio. Luego de una prolongada batalla los bomberos voluntarios de las compañías Piura N°25, Catacaos N°40 y Santa Rosa N°79 comandadas por el teniente Brigadier Hugo Chuyes Sánchez, lograron controlar las llamas. 

Las autoridades han prometido a los damnificados carpas y material para reconstruir sus casas, y una asociación se ha sumado a apoyarlos, pero no es suficiente para reanimar el deseo de un nuevo hogar.

La cuadra B4 alguna vez fue el vecindario de 63 personas, que ahora se sientan bajo los algarrobos observando cómo una máquina retroexcavadora recoge lo que ha quedado de sus viviendas. Entre el grupo hay una mujer que va vestida de negro. Su mirada trasluce tristeza. Ve con pena los restos de su casa. Tiene en sus brazos un perro pequeño. A su lado ha acomodado un saco con ollas y utensilios de cocina. Fue lo único que pudo rescatar del hogar donde vivía con su hijo.

Isidora Idilupú tiene 69 años. Los últimos nueve años los ha vivido en Los Manglares. Ella es trabajadora del hogar, su rutina empieza desde las siete de la mañana. Aunque Isidora comenta que  sus empleadores la han ayudado, esta es una labor donde en la mayoría de casos no se les otorga descansos, ni vacaciones, ni remuneraciones extras por falta de un contrato (en Perú el 86% de trabajadores del hogar se encuentra en la informalidad). A pesar de la existencia de la Ley de las Trabajadoras y Trabajadores del Hogar su situación no ha mejorado mucho.

Los recuerdos que Isidora tiene del incendio son muy claros. “¡El humo, el humo!”, fue lo primero que escuchó, y cuando volteó a ver se dio cuenta que la casa que comenzaba a incendiarse estaba detrás de la suya. De pronto se encontró sola frente al fuego que se expandía terrible por todo el lugar. El lote B4, su hogar, se había incendiado.

Dorita, como la llaman su familia y sus vecinos, cuenta que sus primas la llamaron por teléfono para ofrecerle cobijo. “No te preocupes, aquí tienes casa, comida; ven, trae a tu perrito, no tengas vergüenza”, le dijeron.

Cuando le pregunto a Isidora sobre sus demandas a las autoridades locales, ella da una respuesta avasalladora: “Solo un lugar para encerrarnos”. Son palabras de amargura… ¿Por qué como país no hemos podido darle un hogar digno a una anciana? un lugar donde pueda vivir tranquila, donde haya agua y electricidad, derechos y no servicios, donde pueda dormir protegida del frío del desierto. No solo un “lugar para encerrarse”.

Isidora Idilupú abraza a su mascota y mira con tristeza los escombros que antes eran su casa. Foto/ Malú Ramahí

Marco pozo sostiene una carpa que le ha sido donada, a su lado está el esqueleto chamuscado de su mototaxi, ahora no podrá trabajar. Foto/ Malú Ramahí

Fuego e indiferencia

Solo en el distrito de Veintiséis de Octubre en lo que va del 2022 se han generado 19 incendios urbanos que han dejado sin hogar a 385 personas.

Aunque los bomberos cumplen con su labor, las condiciones de su equipo de protección son precarias. En una entrevista con un medio nacional en febrero de este año, el comandante Departamental, el Brigadier CBP Ricardo Azabache Castro exponía las necesidades de su institución: “Los equipos que tenemos actualmente, que dicho sea de paso algunos ya pasaron su ciclo de vida, por no decir todos, están siendo aprovechados al máximo, los estamos utilizando mucho, ya que nuestra vocación y deseo de servir puede más que cualquier inconveniente”.

Es verdaderamente necesario que los bomberos voluntarios cuenten con una protección que los cubra de todo tipo de riesgo y de peligro. Más aún cuando el índice de incendios urbanos en la región ha aumentado de 35 sucesos a 84 respecto al año pasado, ocasionando que 1165 personas se encuentren ahora sin un hogar.

Las causas de los incendios son variadas, pero la mayoría sucede por cortocircuitos o por velas que olvidaron apagar. Esto desnuda el gran problema de precariedad energética de Piura. Foto/ Malú Ramahí

Las cifras frías se convierten en rostros e historias en el incendio de Los Manglares. Por ejemplo, Marco Pozo. De su casa queda solo un muro de cemento que fue construido para la caja general de la energía eléctrica. Pozo tiene 72 años y vive con su esposa. Trabaja en su mototaxi. Su hogar estaba construido con triplay y calamina, ahora en su lugar hay cosas chamuscadas donde los niños dan vueltas y recogen metales ennegrecidos por el calor de las llamas. Maritza Huertas, presidenta del comedor popular “Madre Luchadora” menciona que más de 25 niños vivían en la manzana B de Los Manglares.

Jorge Luis Suárez, mototaxista de 38 años, indica que sus hijos han perdido sus útiles escolares durante el avance del fuego. Jacinta Román Chanta también vivía con sus dos hijas. “Niños tenemos un montón”, declara. Llevaba con ella un cuaderno que siempre usaba para anotar las cuentas de los vecinos que iban a comprar a su tienda. Invirtió 14 mil soles en los últimos años para construirla y apoyar económicamente a sus hermanos y a sus hijos. El último préstamo de cinco mil soles lo había retirado días antes del incendio. En ese momento le pareció que el lugar más seguro para guardarlos era su hogar. Según narra el dinero se quemó junto a sus demás pertenencias.  

Niños de Los Manglares sentados sobre las lomas de tierra que se usarán para nivelar los terrenos afectados por el incendio. La maquinaría pesada lleva 14 días de retraso Foto/ Jair Rosillo Carrasco

Una de las damnificadas del incendio de Los Manglares permanece de pie sobre los escombros de su casa, solo le ha quedado la ropa que lleva puesta. Foto/ Malú Ramahí

Los incendios urbanos producidos en Veintiséis de Octubre, en su mayoría son a causa de cortos circuitos según Christian Chiroque, responsable del Centro de Operaciones de Emergencia (COEN) del distrito. Las malas conexiones eléctricas que se encuentran en cada uno de los hogares pueden provocar la destrucción de decenas de viviendas. Pero esto no solo es responsabilidad de cada jefe o jefa de hogar. El derecho a la energía ha sido reconocido por primera vez en mayo de 2022 por el Tribunal Constitucional del Perú como un derecho social no enumerado. Es decir, un derecho que no se encuentra en la carta magna y que debe ser respetado por todas las autoridades responsables de esta materia. El TC en su expediente 2151-2018-PA/TC expresa que este derecho no solo será “automático o deberá realizarse sin respetar ninguna otra consideración”, sino que también el Estado deberá asegurar una adecuada implementación y fiscalización respecto a su uso e instalación tomando en cuenta además a las poblaciones vulnerables.

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1 de noviembre, Día de Todos los Santos.

Pasado el mediodía en Las Praderas de Jesús María, otro asentamiento humano del distrito de Veintiséis de Octubre, el fuego empieza a crecer en una de las casas de la manzana “G”. El hogar de Yovany Carrasco Flores y el de sus hijos Medalith y Jefferson.

—¿Cómo es la vida no? en un ratito todo se va— reflexiona Yovany y su tono es triste. Está de pie en una esquina y su hija se refugia en la sombra de un árbol cercano. Su hijo Jefferson a unos pasos más allá, está pensativo, mirando hacia la arena y de vez en cuando alza la cabeza para ver el lugar donde estaba su casa —He tenido mi refrigeradora, mis muebles, mi cocina, mi fotocopiadora y mis dos laptops… pero solo con esta ropa hemos logrado salir”— continua Yovany.

Ella es docente y trabaja para un colegio público. Su hijo, Jefferson Quinde, tiene 19 años y estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de Piura y su hija, Medalidth Quinde Carrasco— quien tiene una discapacidad visual— está a punto de terminar la carrera técnica de Fisioterapia y Rehabilitación en el Instituto de Formación y Desarrollo Profesional de Sullana. Ambos estudiaban virtualmente en una de las computadoras portátiles que se calcinaron durante el incendio.

La madre de Yovany, Emma Flores de 72 años, veía entre los escombros algunos de los materiales con los que había construido su casa. Iba rumbo a Las Lomas (distrito de la sierra piurana) para coronar la tumba de su madre. Para cuando regresó vio lo que había causado el incendio, y al lado de su esposo -quien no pudo hacer nada ante la enormidad del incendio- sentía una tristeza profunda. Allí también tenía su negocio. Al igual que Jacinta de Los Manglares había puesto una pequeña tienda que ahora lamenta perder.

Algunos pasos más allá, Jean Pierre Quevedo Talledo, hermano de uno de los damnificados, narra que se han quedado en la intemperie y nada habrá que ponerse cuando llegue la noche y el frio. Él y su hermano Michael Quevedo Tello trabajan como comerciantes de pescado. Viven aquí desde hace seis años, pero dicen que hace más de diez las familias comenzaron a ubicarse en esta zona en la periferia de Piura.

Las Praderas de Jesús María queda cerca del nuevo intercambio vial de Sullana y Paita, pasando dos grandes urbanizaciones. Era en sus inicios, como contaba Mabel Huertas, vecina de esta Urbanización Popular de Interés Social (UPIS), un terreno asediado por la arena del desierto, sin embargo, desde hace siete años que llegaron las primeras personas al lugar, en busca de una esperanza, cambiaron de manera radical este lugar para convertirlo en su hogar. Pasó el tiempo y la luz eléctrica llegó a las viviendas de las cuatro cuadras que abarca. Consiguieron una alianza entre los vecinos y la empresa de energía Electronoroeste S.A (ENOSA), pagando el servicio mediante un recibo que es entregado por la asociación vecinal. Lo que demuestra que es un lugar muy organizado, sin embargo, les agobia que diez días después del incendio, los funcionarios del Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) no hayan entregado las carpas que se habían comprometido traer el día posterior al incendio. “Tal vez no alcanzó”, declara Dorita de Los Manglares cuando la visité días después, pues a ella y a los otros damnificados del 28 de octubre sí se les entregó la ayuda necesaria en ese momento.

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A principios de este mes, César Paniagua Chacón, titular del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento en el actual Gobierno, ha planteado aprobar el presupuesto de 105 millones de soles para las intervenciones de vivienda y desarrollo urbano en la región Piura. Gestión que podría facilitar la reubicación de estas personas ya que a nivel nacional existen 500 mil familias sin vivienda, un millón de viviendas con inadecuadas condiciones de habitabilidad y un 68.9% de viviendas construidas sin asistencia técnica según datos del Ministerio de Vivienda.

En los reportes complementarios de los incendios urbanos emitidos por el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) se hace difícil encontrar las causas fijas de emergencia, algo que debería ser necesario conocer. Por ejemplo, si el incendio se ocasionó producto de un corto circuito, el Centro de Operaciones podría dar pie en conjunto a las autoridades de vivienda y de energía, una serie de capacitaciones sobre instalaciones eléctricas.

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Un niño manipula los cables quemados en busca cobre que luego venderá en el mercado local. Foto/ Malú Ramahí

Lista de cosas donadas en Los Manglares. Las cantidades no cubren las necesidades de los damnificados que se cuentan por decenas.

Maritza Huertas, presidenta del comedor popular "Madre Luchadora", ha anotado los números de las autoridades locales con la esperanza de llamarles y pedirles ayuda. Foto/ Jair Rosillo Carrasco

Las ilusiones, esperanzas y sueños se han convertido en escombros, ceniza y objetos abrasadas por las llamas. La vida se ha detenido para los damnificados. Foto/ Malú Ramahí

Carpas provisionales entregados por el INDECI donde los damnificados han dormido por 14 días. Foto/ Jair Rosillo Carrasco

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Los vecinos de Las Praderas de Jesús María indican que la ayuda no llegó, solo recibieron un kit que incluía colchonetas, frazadas, repelentes y baldes. “Dijeron que iban a entregar carpas, pero no las reparten, en la zona solo hay una carpa verde, pero es para una familia”, narra Yovani.

Su madre Emma Flores, diez días después del incendio, se pregunta adónde irá. Al igual que su hija ha decidido quedarse con su familia hasta que puedan reunir algo de dinero y así reconstruir su hogar.

Mientras que en Los Manglares, 14 días después, los 59 damnificados siguen pasando sus noches en las carpas. “Ojalá ya no venga una lluvia y nos corra”, dice Isidora. A su lado está Marco Pozo. Aguardan el cumplimiento de la palabra de los funcionarios de INDECI, quienes les anunciaron la entrega de algunos materiales para poder construir sus nuevas viviendas. A esa preocupación se sumó la molestia debido a que, según sus versiones, algunos chóferes de los camiones de la Municipalidad de Veintiséis de Octubre cobraban S/.80 por cada “volquetada” de arena para quienes querían rellenar el terreno afectado por el incendio. “Lo traen, pero lo venden”, denuncia Marco Pozo.

La presidenta del comedor popular se comunicó con el responsable del  COE para consultarle sobre el presupuesto destinado para este tipo de emergencias. Y le indicaron que había un monto de “Asistencia frente a Emergencias y Desastres” destinado a esta zona, pero que aún no habían logrado aprobarlo por algunos errores.

Nube Roja consultó al organismo sobre esta situación y respondieron que eran “unos pequeños errores de digitación por la prontitud de la documentación”. Añadieron que la responsabilidad también era de la Municipalidad de Piura, que tarda en darles respuesta sobre la aprobación de este presupuesto requerido para el COE del distrito. Por este motivo no tienen materiales para entregar a los damnificados. “Si la municipalidad nos dice que no, tendremos que recurrir al Gobierno Regional”, confirma Cristhian Chiroque, encargado del COE.

El Centro de Operaciones de Emergencia Regional, ha previsto que si el presupuesto no llega desde el municipio o del Gobierno Regional acelerarán la compra de materiales desde el Instituto Nacional de Defensa Civil. 

Mientras tanto el frío, el calor y el infortunio asediarán a los hombres, ancianos, mujeres y niños a quienes el fuego despojó de su hogar.

Niños del asentamiento humano Las Palmeras caminan entre los escombros. La vulnerabilidad económica es una tarea urgente a resolver por parte del Estado peruano. Foto/ Jair Rosillo Carrasco

Periodista y editor digital de la revista Nube Roja. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Señor de Sipán. Forma parte de la 7ma generación de Jóvenes Periodistas de la Red LATAM de Distintas Latitudes. Coordinador del proyecto social enfocado en las poblaciones vulnerables de Lambayeque con la ONG Burodap.

 

Reportero de REVISTA NUBE ROJA

Fotoreportera de la Revista Nube Roja. Egresada de Periodismo en la Universidad de Piura. Está interesada en la producción audiovisual periodística y en la fotografía periodística y artística. Ha ganado dos veces el concurso Bibliofotográfico de la Universidad de Piura. Seleccionada en el Festival de Cine “Hecho por mujeres”, en el Festival Internacional de Cine Al Este, y finalista en la Beca CPF del Centro de la Imagen (Lima).

 

Fotoreportera REVISTA NUBE ROJA

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