Enterrar los partidos políticos

Crear un sistema político plurinacional y popular

Foto portada / Luis Javier Maguiña

El sistema político nacido de la Constitución fujimorista está basado en la componenda y disputa de partidos-empresa. Estos son los intermediarios más efectivos de la oligarquía minera-banquera-agroexportadora (CONFIEP) y la embajada norteamericana.

Los partidos-empresa son la negación misma de la concepción clásica y liberal de un partido político. Bajo esa premisa, son no-partidos, y por tanto no tiene sentido hablar de una Reforma del Sistema de Partidos, cuando estos, en esencia han sido destruidos y no constituyen ya (si es que alguna vez lo fueron) elementos de intermediación o interpelación entre la sociedad y el Estado.

Son, en general, maquinarias electorales, subastadas, compradas y vendidas según el precio del mercado. Pero son también el mecanismo que ha permitido desarrollar y posicionar a la alta burocracia (autodenominada tecnócrata) en el gobierno del Estado sin necesidad de desarrollar un discurso político o doctrinario coherente, construir organizaciones sociales o políticas de base, ni tener un movimiento ciudadano de masas que los respalde. Esto fue PPK, Martín Vizcarra y Francisco Sagasti, con toda su pléyade de ministros, viceministros y funcionarios.

La nueva lógica de este sector de ejercicio del gobierno se construye con base en la obtención de votos mediante el marketing y la compra directa o indirecta de ellos, así como a la orientación sistemática, persistente e incansable de las grandes corporaciones de medios hacia uno o varios de sus candidatos.

Por ello, es necesario comprender cuál es el interés de los voceros de la “reforma política”, a la que le dan carácter de urgencia. En apariencia esta reforma busca atacar al fujimorismo y destruirlo, pero en esencia lo que persigue es reducir el número de partidos políticos, de tal manera que tengamos un sistema cerrado con candado, similar al chileno o norteamericano, que impida que haya una opción popular o radical que surja por vía de las elecciones. Así logran cerrar a posibilidad de un cambio de régimen y un cambio constitucional. Con ello, además, garantizarían la victoria de esta alta burocracia sobre los verdaderos partidos políticos. De esta manera la alta burocracia administra directamente la “democracia” y utiliza a los partidos-empresa para legitimar mediáticamente su gobierno.

Esta alta burocracia, ya sea de derecha o izquierda, se convierte de clase en sí, en clase para sí. Y es esto, probablemente lo que esperan los norteamericanos y están dispuesto a apoyar.

Foto/Luis Javier Maguiña

Si esta es la disputa en el bloque dominante, el contragolpe de los partidos revolucionarios, de los movimientos sociales y populares, de los trabajadores y microempresarios, de los pueblos originarios y comunidades campesinas, debe ser forjar un nuevo sistema político ampliamente democrático, popular y plurinacional que destierre a los partidos-empresa, a los viejos y desvencijados partidos ochenteros (de derecha e izquierda), pero también ponga en su lugar a esta alta burocracia que con su pretensión de saber han formado parte de las mafias de Odebretch y regalan el dinero público a los bancos y las mineras.

Este nuevo sistema político debe estar conformado de manera tripartita por los siguientes pilares: 1) Los pueblos originarios, comunidades campesinas y comunidades afrodescendientes; 2) Sectores sociales productivos y profesionales organizados; 3) Partidos políticos creados y sostenidos por la ciudadanía. Así, por ejemplo, al forjar la Asamblea Constituyente, los escaños deben estar distribuidos en una tercera parte para cada pilar. 

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