La trampa de la falsa polarización
Todo es un invento fujimorista
Entre las muchas herencias del fujimorismo, cuatro (quizás cinco) se han vuelto especialmente relevantes en las últimas elecciones. La primera es la destrucción de los partidos políticos y del sistema partidario, que deja al electorado ante decenas de opciones minúsculas, que no parecen representar nada más que pozos donde arrojarnos como suicidas o ventanillas por las cuales saltar para evadir el naufragio: hay partidos-mafia, partidos-empresa, partidos-tapaderas, partidos que son alianzas de caciques locales y pícaros regionales, no menos corruptos que la mayoría de los otros; lo que no hay es partidos políticos.
La segunda es el sistema electoral en dos vueltas. Pensado para un escenario nacional dividido entre cuatro o cinco opciones que no logren el 50% de los votos pero que superen el 25 o 30%, el ballotage es en muchas democracias del mundo el tiempo de las alianzas y las coaliciones entre ideologías vecinas o intereses concomitantes. Pero dada la inexistencia de los partidos masivos, en la práctica, en el Perú, la segunda vuelta condena a los ciudadanos a elegir entre dos candidatos que provienen del abanico anterior, personajes minúsculos cuyo apoyo popular no sobrepasó el 10% de los 28 millones de peruanos hábiles para votar.
Esos dos elementos heredados del fujimorismo (el primero fruto de su canibalización del sistema partidario; el segundo fruto de una Constitución que fue diseñada expresamente para que funcionara bajo el poder de un autócrata que controlara, como Fujimori en 1992, todos los poderes del Estado) son los que ocasionan la falsa polarización que estamos viviendo. Es falsa porque los resultados de la primera vuelta dicen claramente que el verdadero fenómeno político peruano no es el crecimiento desmesurado de dos opciones contrapuestas, sino la dispersión del voto, la inexistencia no de tres ni de dos sino incluso de un partido capaz de captar la imaginación y la ilusión de los votantes (eso que los politólogos quieren nombrar cuando usan la palabra “representatividad”).
El tercer elemento es producto de las tres décadas de demolición del sistema educativo, que ha dejado a los peruanos, sobre todo a los más jóvenes, en una ignorancia abrumadora de la historia del Perú, incapaces de no repetir errores porque no saben cuáles fueron cometidos en el pasado, e incapaces de evaluar desde una lógica moral la situación porque la escuela y las universidades los han dejado sin formación lógica y sin formación moral, y, por tanto, sin ninguna ética política.
El cuarto elemento es la aniquilación del sistema médico, dejado en manos de un sector privado preocupado en medrar y no en aliviar la extrema miseria de la salud en el país, y en manos también de un sector estatal que no tiene los recursos ni la estabilidad de políticas nacionales de salud ni el presupuesto para llevarlas a cabo (y cabe recordar que esto último solo fue agravado cuando el fujimorismo defenestró a un ministro de Salud en plena pandemia). Estos son los factores que convirtieron al Perú, en su año electoral, en el país más desesperado del planeta ante los nefastos ataques del Covid-19; un país en crisis, cuyo modelo económico de tres décadas ha demostrado ser incapaz de mantenerse en pie y ser útil para los más pobres en la emergencia y se ha desplomado precipitadamente, desnudando sus falencias en cuestión de semanas.
Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular, podría ir 30 años a prisión por presuntamente dirigir una organización criminal. Foto/Malú Ramahí
A todas esas circunstancias, hay que sumar una más duradera, también herencia del fujimorismo: la criminalización de la política, etapa culminante de su vasta corrupción, cuando los políticos han dejado de ver el Estado como un mecanismo administrativo y un garante de bienestar, para verlo como una fuente de ingresos y como un botín. Que buena parte de los candidatos estuvieran atravesando procesos legales de dimensiones monstruosas —un puñado de ellos investigados por corrupción, otros por lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico, otro por homicidio, varios cuestionados por investigaciones periodísticas acerca del origen de sus fortunas personales y de los fondos de sus campañas— transforma las elecciones en un proceso donde postular a la Presidencia de la República (y a otros cargos) no es sino un método de evasión de la justicia.
Tristemente, una candidata que pasó a la segunda vuelta tiene treinta años de cárcel pendiendo sobre ella como una espada de Damocles, mientras que el otro está rodeado de un número nada deleznable de personajes cuestionados y que también tienen juicios pendientes por delitos graves o están en procesos de apelación por condenas ya emitidas. En el infierno de la segunda vuelta, empujados por la polarización artificial que es una consecuencia inevitable de nuestro sistema actual, los electores, unos por temor al regreso de la dictadura cleptocrática y homicida del fujimorismo, otros ya sea amedrentados por el fantasma del chavismo o amedrentados por un no menos fantasmal Sendero Luminoso (tras voluminosas campañas de convencimiento y desprestigio y una inundación de propaganda negativa que no siente ninguna responsabilidad de ajustarse a la verdad), han acabado retorciendo las figuras de los candidatos de su elección hasta volverlas irreconocibles.
Los votantes de segunda vuelta de Perú Libre han convertido a Pedro Castillo (un exmilitante del moderado y centro-derechista Perú Posible, un maestro de escuela rural, un sindicalista sin mucha historia) en una suerte de Amauta, un líder iluminado, un ser simbólico que encarna reclamos milenarios (o al menos bicentenarios), obviando cualquier preocupación razonable sobre la presencia de Movadef en la huelga magisterial de Sute-Conare que Castillo dirigió en el 2017 y obviando también el (hoy curioso) apoyo del fujimorismo a esa misma huelga. Los votantes de Keiko Fujimori, de manera incluso más delirante, han transformado a la hija del dictador de los noventa, empecinada desestabilizadora del orden estatal durante el último quinquenio, en un adalid de la democracia, el orden, el juego limpio, la civilidad, la legalidad y, en el colmo de las alucinaciones colectivas, en un símbolo de la lucha anticorrupción y de la lucha contra el narcotráfico.
Tal vez el giro más patético de este proceso, que ya fue patético desde el inicio y se volvió extremadamente patético durante la segunda vuelta, ha sobrevenido después de ella, cuando, incluso tras conocerse sus resultados, ha continuado el absoluto y radical abandono de toda intención de establecer un diálogo con quien a todas luces es el presidente electo, Pedro Castillo, desde cualquier tienda política que no sea la de los círculos de Verónika Mendoza y, en menor medida, los círculos exteriores que alguna vez rodearon a Ollanta Humala, además de un puñado de gente de izquierda, unos moderados y otros no, cada cual intentando hallar puntos conciliatorios, pero desconcertados ellos mismos ante la incertidumbre de si los tratos que establezcan con Castillo serán respetados más adelante o serán arrojados al tacho de basura en una eventual afirmación del poder de Vladimir Cerrón sobre los militantes de su partido, Perú Libre, muy específicamente los que formarán su grupo parlamentario.
Pedro Castillo a pesar de todas las argucias fujimoristas es el virtual Presidente de la República del Perú. Foto/Gian Masko Angulo.
Con Castillo no ha habido aproximaciones de la derecha, como las que hubo con Humala. Lejos de ello, la persona que sirvió más que nadie como un garante de la promesa de limpieza y moderación humalista, Mario Vargas Llosa, ha preferido adoptar una postura de rechazo radical hacia la izquierda, quemando el puente que más necesitaba el país en ese momento. La influencia de Vargas Llosa puede ser pequeña en términos electorales, pero su prestigio personal y una actitud semejante a la que tuvo con Humala, podrían, incluso hoy, incluso en el último instante, cambiar significativamente la situación, si es que él no se siguiera plegando a las ilegítimas y no sustentadas acusaciones de fraude, que están pavimentando el camino al golpe de estado, con pedidos de anulación del resultado electoral, batallas nocturnas de ejércitos de abogados que barren el sur del país en busca de excusas para suprimir el voto campesino, particularmente en quechuahablante, particularmente el de los peruanos más pobres. Vargas Llosa aún podría decir: esto se acabó, no hay nada más que hacer, a partir de ahora el único camino es conciliar e intentar dar a Castillo un margen de gobernabilidad y, sí, también un apoyo práctico, en una circunstancia en la que el Perú perentoriamente necesita unidad, porque la preservación de la democracia, que debería ser el fin supremo de todos, no está siendo minada por Castillo, sino precisamente por quienes se empeñan en seguir el capricho de Keiko Fujimori, capricho que no tiene nada que ver con el bienestar del país, sino con su plan de evasión de la justicia.
Ya que menciono la supresión del voto, es bueno advertir que lo que está pasando con el desconocimiento derechista de unas elecciones que todos los observadores extranjeros han juzgado limpias, es uno de los más brutales atropellos clasistas y racistas de nuestra historia, solo comparable en décadas recientes con el ensañamiento de las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso en sus masacres paralelas de campesinos altoandinos, con el ataque furibundo del segundo belaundismo contra etnias del oriente peruano y con la vergonzosa y genocida campaña de esterilizaciones forzadas del primer gobierno fujimorista. No se está cuestionando cualquier elección: se está cuestionando la primera elección del Perú contemporáneo en la que el voto ha sido fundamentalmente distinto en cada clase y fundamentalmente distinto en cada región, pero lo que se está cuestionando en el fondo es que la victoria de Pedro Castillo se haya producido con votos de las regiones más pobres y más indígenas del país, lo que no es otra cosa que un rechazo a la ciudadanía de esos votantes: eso, y no otra cosa, es lo que se pide cuando se exige anular masivamente centenares de miles de votos del interior. Cuando los fujimoristas gritan fraude, no solo están mintiendo en relación con la actividad criminal que implicaría la comisión de un fraude; también están expresando algo que creen real: que el Perú no puede elegir a un presidente con los votos de los “cholos”, los “indios”, los “analfabetos”, los “ignorantes”.
Es necesario aclarar, por supuesto, que ese 49.8% de votos válidos obtenido por Keiko Fujimori no representa precisamente la decisión del Perú ilustrado (que ya casi no existe) o de sus élites intelectuales (que también son pequeñas y en su mayoría son de izquierda) ni puede ser solo el voto de plutócratas y burgueses en defensa de sus privilegios: la gran mayoría de ese 49.8% son (tienen que ser) gente que vive en diversos niveles de pobreza, o de precariedad, temerosa de que las cosas puedan ir incluso peor. Pero sí está claro que entre los votantes más pobres Castillo ha arrasado y que entre los más ricos Keiko Fujimori ha arrasado, incluso de modo más uniforme.
Foto/Luis Javier Maguiña
Cualquier cosa que pase entre hoy y el 28 de julio que conduzca a que Castillo no pueda jurar la presidencia será un golpe de estado, y no deberá ser defendida por nadie que tenga la expectativa de seguir llamándose liberal, demócrata o siquiera legalista. Será un acto de rebelión, sedición y subversión azuzado por el deseo de mantener el llamado modelo económico. El modelo económico peruano, esto hay que decirlo, no es el mercado libre. Tampoco es la economía social de mercado. Es un modelo de conservadurismo fiscal, renuente a los programas de ayuda social y al estado de bienestar, vastamente mercantilista (sobre todo mercantilista en la corrupción, que es una de sus piezas clave), y al que los políticos vuelven además clientelista: es una forma de protocapitalismo acobardado que sigue apoyándose en la pobreza incluso cuando palia la pobreza, que rechaza consuetudinariamente el derecho de formar sindicatos, que convive provechosamente con el sector informal (el sector informal, aunque los teóricos de la Universidad del Pacífico parezcan no haberlo aprendido nunca, no es sino una de las caras del sector privado), y es un modelo que se fundamenta, también, en la facilidad de los peruanos de las clases altas y medias para abusar despiadadamente de quienes se ven forzados a la informalidad.
Dicho en otras palabras, el modelo también incluye innumerables formas de servidumbre, que son aprovechadas para mantener el estilo de vida de las clases altas, y no hay que ser adivino ni nigromante para entender que esa es una de las razones por las cuales los mayores defensores del modelo tienen a Velasco como demonio mayor de su ouija política, aquel mismo Velasco que hizo el intento —imperfecto, improvisado, inacabado— de terminar con algunas de esas formas de servidumbre medieval, por ejemplo, con su detestada Reforma Agraria. Estoy seguro de que la frase “Segunda Reforma Agraria”, que Pedro Castillo (hijo de un antiguo sirviente agrario obligado en los sesenta a pagarle a su amo un alquiler por la casa en la que dormía las noches después de trabajar las tierras del señor) suele repetir en sus mítines es una de las que más les crispa los nervios a muchos, sobre todo en la costa.
Olvidé otra herencia del fujimorismo: la vil conversión de la prensa peruana en una gavilla de corifeos y pandereteros del poder más corrupto. Fujimori los acostumbró a la bajeza de venderse y ahora, tras la concentración de la mayor parte de la información en unas pocas manos, ya no necesitan ver montañas de billetes apilarse en un escritorio en un sótano del Pentagonito: saben que los billetes llegarán, de una u otra forma, y lejos de esperar venderse, se entregan por anticipado, se someten antes de que se lo pidan, y son pocos los que tienen el (demorado) coraje de zafarse de eso y alejarse, lamentablemente a destiempo, cuando los frutos de la obsecuencia del periodismo ya están en todas partes y son irreversibles, al menos al corto o mediano plazo, al menos mientras los medios sigan en las mismas manos, concentrados de la misma manera. Los peruanos están estrangulados en una oprobiosa ignorancia de la realidad porque creen recibir mucha información de muchas fuentes y no saben que la mayor parte se decide en las mismas reuniones de las mismas cuatro personas. Eso, hay que decirlo, es un anticipo dictatorial e incluso más: es un fragmento de dictadura que ya funciona plenamente y su objetivo actual es convencer a todos los que se dejen convencer de que el próximo golpe de estado será en defensa de la ley, el orden, la libertad y la democracia. Se están levantando ante nuestros ojos las estructuras de nuestra siguiente desgracia.
(Lima, 1966). Doctor en literaturas hispanas por la Cornell University y actualmente trabaja como profesor asociado en Bowdoin College, Maine, donde dirige el Programa de Estudios Latinoamericanos.
Autor de las novelas El anticuario y Vivir Abajo. Dirige la revista La Vaca Multicolor. Como periodista, ha sido editor de la revista Somos, del diario El Comercio, y ha escrito en revistas tan prestigiosas como Cuadernos Hispanoamericanos, Revista Hispánica Moderna,Revista Iberoamericana, Quimera, Hueso Húmero, Etiqueta Negra, Buensalvaje, Velaverde, Soho, Nube Roja, Dedo Medio, Caretas, Quehacer, Chasqui y diarios y medios electrónicos de todo el mundo hispano y de los Estados Unidos. Es director de la revista académica Dissidences: Hispanic Journal of Literary Theory. Desde el 2005 hasta el 2011 administró el blog Puente Aéreo, considerado por el diario español ABC como el más influyente de Hispanoamérica.
Sin lugar a duda un gran despliegue de verdades que rodean la actual crisis que estamos viviendo los peruanos, muchos no se dan cuenta o no quieren darse cuenta que estamos entrando a un camino sin salida y con un poco de esperanza tengo que decir y desear que acabe y acabe bien para todos los que amamos la libertad, la democracia y la práctica de valores.
Buen articulo que revela la radiografia exacta de la actual coyuntura politica nacional!!
Un legado que nos deja el Fujimorismo es haber podido polarizar en gran medida al mismo pueblo dentro de las familias, amistades y conocidos. Se dice que es en los tiempos en que las papas queman, en tiempo de crisis es cuando las personas se muestran tal cual. Que los temores que puedan haber tenido de una izquierda radical haya aumentado una tolerancia a aceptar a una candidata que a vox populi supuestamente representa a una red criminal de los Cuellos Blancos, con delito de enriquecimiento ilícito y sospechas de estar vinculada con el narcotráfico y que por ello está siguiendo proceso en que la fiscalía pide 30 años.
Que es sabido que representa a una derecha de la que muchos años se ha mantenido gobernando, en que se jactan de tener excelentes indicadores económicos, en que solo pueden entender ello los estudiosos de economía, pero que en gran parte de la población en especial los que se encuentran en zonas rurales y hasta en la misma capital tienen los mismos problema de siempre: Carencia de agua, desnutrición, delincuencia, ausencia de proyectos de trabajo que les permita salir de la pobreza.
Hola.. la radiografía de estas elecciones no muy pensadas ni tampoco analizadas a fondo por el festín de derecha.. tiene nombre propio..
Primero su estrategia a toda costa.. fue demoler a Veronika Mendoza en el sur.. por qué en el supuesto caso que pasara a segunda vuelta hubiese pasado lo que le hicieron a Castillo, pero no hubiese habido mucho problema, podría ser ganador el fujimorismo..
Pero no sucedió así.. para ser Presidente primero tienes que pasar a segunda vuelta…y tienes que hacer una campaña para eso.. después tienes que hacer una estrategia ya anticipada con los posibles candidatos que en su momento según las encuestas manipuladas desde el inicio pasen o tengan el poder de hacerlo..así que, lanzaron a una carnada para mover opiniones.. y su candidato escondido lo ponian último .. Primero Forsyth con el 20% de aceptación.. la mayoría lo rechazó despertando la polémica y inicio del juego…y así por unas semanas habían desfilando los candidatos en las encuestas..””” segundo la lampa, Acuña, Urresti. Veronika y último… el partido naranja que casualidad..
Que plan.. después vendría toda la pantalla de medios de comunicación.. al candidato Aliaga un gordito que le decían Porky.. llevándolo gracias al apoyo de la prensa y pantalla a nivel nacional a estar dentro del podio… que casualidad al segundo lugar tratando de captar los votos indecisos, este fue el candidato bajo la manga que le quitó votos o se los recogió para que ningún candidato sumara más de lo necesario.. buen estudio y ya que cada partido ya tenía sus votos definidos.. Despues por lo bajo se va maquinando ya el candidato escondido.. pero que casualidad del último lugar pasa a ser tercero el partido naranja.. esto no creo polémica ni mucho polvo.. ya que hasta ahí nadie pensaba que Keiko pasaría segunda vuelta.. siguiendo con su plan siniestro ya la última semana antes de la primera vuelta.. dan por ganador las encuestas al partido de la lampa.. para amedrentar a los indecisos y hacer reflexionar en todo el sur a los votantes de esa zona.. que ya nada pueden hacer, que su candidata Veronika Mendoza, y no pasara a segunda vuelta… ponen en primer lugar a la Lampa, segundo a Aliaga y tercero en un empate técnico a Fujimori y Veronika Mendoza… y al partido del Tren.. en el tercer lugar… y Castillo..?? Donde está..??
De verdad se le fue de las manos a todos.. y donde está Forsyth que estaba primero..??? Encuestas manipuladas.
Ya en segunda vuelta con el golpe de Castillo y la sorpresa del partido naranja y el tercer lugar del Tren… analizando.. en todas las situaciones perdería Castillo si hubiese quedado ganador en segunda vuelta.. con La Lampa, con Aluaga. O con el partido del tren.. keiko debió esperar hasta próximas elecciones del 2026, limpiar la imagen del fujimorismo por que tiene mucho anti voto.. por eso la cosa está que quema ahora.. y el posible ganador sea Castillo.. por qué entre un candidato rodeado y manchado por los vínculos de la corrupción.. y un candidato no muy preparado y con vínculos con la izquierda y el comunismo.. la gente preferiría un cambio radical.. y así lo dicen los resultados de las elecciones..
Fue excesiva la campaña de demolición contra Castillo en segunda vuelta, que le salió el tiro por la culata .. muchas personas ni siquiera conocían a Castillo antes de la segunda vuelta.. debió el partido naranja.. limpiar su imagen. Dejarse azotar unos latigazos en el trasero en cada poblado donde acudía,
hacer más propuestas en vez de atacar. Ya que cada vez que atacaba le sumaba más votos a Castillo.. lo dejo ahí.