Hay lugares que se te quedan en la pupila, pueblos que parecen sacados de una novela, así es Yapatera, aldea encantada donde se canta la cumanana; cuna del Baile´e tierra y también de Fernando Barranzuela, poeta popular cuya muerte reciente acaba de enlutar el mundo del arte en el Perú.

Pero tal vez me equivoco y Fernando no ha muerto y sigue en su Yapatera querida, sentado en el poyo de su casa frente a la Plaza, recibiendo a toda laya de visitantes con la alegría que lo caracterizaba, recitando esas coplas que en el alma afro están cargadas de salero y picardía, y que él cantaba con una gracia endiablada:

Negrita no muevas tanto,

que al verte pasar yo peco

¿Cuándo vas a hacer un seco..?

para molerte el culantro.

 

Sí, tal vez me equivoco, y Fernando debe de estar fundando una sucursal de Yapatera en el cielo a la que ya llegaremos en su momento para seguir disfrutando de su presencia y talento inigualables. A esta hora, debe de estar reclutando jugadores para armar otro Caysa, su querido equipo, en el que llegó a jugar y fue futbolista de los buenos.

Lo que sí es seguro es que Fernando seguirá viviendo en los versos populares que creó y en aquellos anónimos que ayudó a difundir por calles y plazas, y su voz seguirá retumbando en nuestra memoria y en los versos que su voz en otras voces declame para alegrarnos la vida.

Según Roquelín Ramírez Cueva, escritor presidente de la Asociación de Escritores de Chulucanas: “Fernando reúne todas las condiciones de un poeta popular, pues cultivó un género popular como la copla; era un repentista, es decir, un improvisador nato y, además, es aceptado por su comunidad, que repite sus versos y lo reconoce como su voz, la voz de la negritud”.

Roquelín Ramírez también destaca que: “Fernando no tuvo acceso a la escuela formal y pese a ello desarrolló grandes habilidades para la expresión oral. Él tenía una gran capacidad para asimilar los niveles de la lengua de las personas para luego replicarlos, tenía una enorme retentiva, y por eso podía conversar con cualquier persona al margen de su grado de instrucción. Fernando es un caso raro, porque en él se invierten los papeles: es la escuela la que va a buscarlo a él (y no él a ella) para beber de su sabiduría. Por ello es que incluso muchos ur de su sabidur para expresarse en textos orales. Se innvierten los papeles: es la escuela la que va a bucscarlo a niversitarios lo buscaban para aprender de él”.

A Fernando le gustaba satirizar a la muerte en sus versos: en su poema más célebre la había llamado “Vieja chancletuda… flaca y arrugada” y la había retratado prendada de él, pidiéndole que sea su marido. Él había tenido que acceder a sus caprichos, y yo creo que a la muerte le gustó demasiado la experiencia y terminó por llevarse al poeta solo para ella; pero se equivocó, porque Fernando ya debe de estar jodiéndola en la otra vida, burlándola con su infaltable cigarrillo en la mano; y se equivocó doblemente, porque Fernando sigue vivo, más vivo que nunca hoy entre nosotros. Con esas coplas, Fernando Barranzuela se sumó a la larga tradición de grandes poetas que también le habían cantado a la muerte como Jorge Manrique, Pablo Neruda, Nicanor Parra y el anónimo poeta del romancero español.

Además de ser un gran poeta popular, siempre he pensado que Fernando era sobre todo un personaje literario. Lo recuerdo en el Encuentro de Escritores que se realizaba en Santo Domingo. Impecablemente vestido de blanco: camisa blanca, pantalón blanco, sombrero blanco, zapatos blancos, medias blancas y seguramente también calzoncillo blanco: era un palomilla. Le gustaba reírse de todo el mundo, pero también de sí mismo. Y además, era un gran fabulador al que le gustaba contar la Historia, y también reinventarla.

Tal vez la anécdota más memorable, por mediática, fue la que le aconteció con el entonces flamante premio nobel, Mario Vargas Llosa, la vez en que fue a visitarlo. Como buena leyenda popular ha sido contada y recontada en distintas versiones, incluso por el propio Fernando. Aquí ensayaré una más: el célebre escritor había llegado a Yapatera a tomar notas para la novela que estaba preparando y quiso conocer a los famosos cumananeros de la zona. Intentando pasar de incógnito, llegó hasta la casa de Fernando Barranzuela, frente a la plaza; pero este no se encontraba. La esposa del cumananero le recomendó que lo llamara. El teléfono estaba anotado en la pared. Atendiendo a la sugerencia, Vargas Llosa llamó a Fernando: “Buenos días, señor Fernando Barranzuela, le habla Mario Vargas Llosa…”. Y no pudo continuar, porque Fernando lo calló diciéndole: “¡No jodas, mierda!”.  Ocurría que los palomillas del pueblo gustaban de gastarle bromas llamándolo en nombre de Barack Obama, Bin Laden o Fidel Castro. Estupefacto, el Nobel, le contestó: “Don Fernando, le juro que soy Vargas Llosa. Estoy aquí en su casa, véngase inmediatamente…” La esposa de Fernando tuvo que tomar el teléfono para decirle: “Sííí, negro, es Vargas Llosa”. Esa semana, en su columna en El País, que se publica además, en todo el mundo, Vargas Llosa lo llamaría “El sabio del pueblo”.

Fernando Barrenzuela junto a Vargas Llosa en Yapatera.

Con una espina de faique clavada en el alma, nos quedamos tristes por tu partida, Fernando; pero también felices por haberte conocido, felices de recordarte como el poeta grande que fuiste.  Te vas, pero te quedas, Barranzuela, y solo nos queda, negrito lindo, tomarte la posta y continuar con la tarea que tan bien cumpliste: cultivar y difundir la poesía popular:

 

Triste queda la plazuela

de mi querida Yapatera,

ya se llevó a Barranzuela

esa muerte putañera.

 

Vieja flaca y chancletuda,

no sabes la que te espera

ya vas a conocer, cojuda,

un macho de Yapatera.

Catedrático y narrador. Primer puesto en el área de cuento y poesía en los Juegos Florales de la Facultad de CCSS y Educación de la UNP (2001); Primer puesto en el área de cuento en el mismo certamen (2003). Ganador del Concurso de Cuentos para Escritores Noveles organizado por la Editorial Pluma Libre (2007). Publicaciones: poesía: Haykus (Edit. Hesperya, Asturias, 2008), Es la garúa (Edit. América, Lima, 2012); cuentos: Ciudad Acuarela (Edit. Altazor, Lima, 2013) y Perra memoria (Edit. Lengash, Piura, 2015).

José Lalupú

escritor

Un comentario

  1. Excelente, maestro José Lalupú, inolvidable nuestro amigo Fernando Barrarranzuela. Recuerdo mucho las invitaciones a la UNP. También hacía teatro, con su cepo, un tronco bien pesado que lo llevaba para escenificar el azote de los negros esclavos de su natal “Yapa-tera” (porción de tierra para negros)
    Recuerdo también la visita a la UNPRG, al Congreso Internacional de Educación, allá por el año 2007,donde recitó sus cumananas y se dirigió al mismísimo Edgar Morín, (a quien le arrancaría muchas carcajadas) y que pasada la jornada académica nos deleitábamos con sus chistes, mientras lo acompañábamos a su hospedaje, con nuestro amigo Denis Ancajima.

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