l’art de mourir
Camino desolada por el infierno de Lima
Y me siento como un Dante perdido en los azares del infierno,
Totalmente desorientada y confundida, sin un Virgilio que me acompañe en mi camino.
Reviso mi bolsillo, solo tengo un sol dentro de mis pantalones.
Tengo hambre. Si mucha hambre y en mi vientre siento mucho dolor.
Él también tiene hambre.
Tomo el bus lleno de personas infectadas por el mal de la neurosis;
el sonido ensordecedor de los buses, hace que todos mis sentidos se alteren.
Todo alrededor se muestra igual, la gente de plástico me observa con ojos de tristeza como diciéndome “ya te acostumbrarás”,
Y lo único que quiero es huir de esta cloaca en la que estoy sumida.
La neurosis, la suciedad, el olor a mierda, el rio Rímac cada vez más podrido como nuestro gobierno inútil.
No quiero infectarme de esta locura prisionera
¡No quiero!
Me bajo del bus, estoy cerca a la universidad, me ha tomado horas llegar;
estoy mareada por el hambre y la asfixia.
El sol esta tarde muerde.
Camino, camino hasta llegar a la Biblioteca Central de la universidad.
Tomo un libro.
Quiero leer, quiero inspirarme, quiero escribir.
Leo a Vicente Huidobro y termino por rechazarlo.
En este momento el poeta, no es un dios, el poeta es un hombre,
un hombre que siente hambre y frío y que poco a poco se ve contagiado por la neurosis de las masas;
abre tus páginas Vicente, y mira la realidad y respóndeme: ¿Cómo buscar la belleza y la perfección, en medio de tanta mierda?,
mi billetera muerde mis pantalones,
los mendigos imploran un pedazo de corazón y de vida cada mañana,
las calles mueren en su suciedad, las nubes se ven subordinadas a obedecer al rey gris que se apodera del cielo.
Yo escribo, y escribo mientras mis tripas se retuercen allí dentro.
Y mis versos son largos,
sin sentido si quieres,
son tan largos como unos látigos
golpeando el rostro de la clase alta y el lomo de la clase baja.
Soy una luciérnaga sin luz, que tiene un poquito de vida aquí dentro.
La poesía está perdida, perdida entre los vendedores de Polvos azules y el Mercado Central,
Y sigue esperando a que alguien se apiade de ellos.
Pero nadie los compra. Todos compran lo que les abastecerá para la sequía.
Porque todos los días hay sequía. Sequía en la casa, en las calles, en los barrios, en todo el lugar.
Pero la sequía cerebral nadie la aplaca.
Son unos locos, unos locos peligrosos que obedecen a un sistema que los maneja.
Me dan miedo, me da miedo que me contagien.
Estos locos no son libres como nosotros, nosotros somos locos con pies de remolinos, con alma gravitatoria que nos permite volar por la galaxia y un corazón de estrella. Uno de estrella.
Meto mis papeles en el bolso, me voy a mi cuartucho barato.
Te extraño, te extraño entre mis sábanas sucias y mi colchón de plástico.
Espero que algún día vuelvas.
Busco como una ermitaña, algún resto de comida entre las bolsas.
Como todo lo que encuentro, todo por ti mi pequeño.
Llega la noche. Apago la luz de mi guarida, antes de que la vieja neurótica del primer piso, empiece a ladrar.
Me acuesto y me tapo. Hace frío, un frío húmedo que saca hongos en la pared de al frente.
Pienso en lo que escribí hoy. Esto no es poesía.
Acaricio mi vientre y siento como se mueve levemente dentro de mí.
Ahora comprendo todo. Mi poema ya está escrito.
Está escrito entre mis entrañas y mi sangre.
Mi poema tiene luz, tiene brillo.
Mi poema tiene vida, da latidos de 155 por minuto. ¡Está vivo! ¡Está vivo!
Me da vida a mí también.
Mi poema me habla
cada noche
me dice
Mamá, mamá.
Licenciada
en Lengua y literatura, activista feminista y fundadora de la “Escuela de
Formación Política de niñas lideres”. Ha sido premiada a nivel nacional e
internacional por su dedicada labor en la lucha contra la violencia hacia la
mujer.
Es un poema que estremece en mí muchos recuerdos,siento tu dolor ,tus tristeza,tu deseos de superación en cada línea.
Creo que de eso se trata la poesía de remover en el lector un sinfin de emociones ,de hacer belleza y arte a traves de palabras.
Lo amé, me conmovió muchísimo!